La Tradición, al igual que el Evangelio, es parca en datos
sobre este apóstol que algunos llaman el “protoapóstol”, o “primer apóstol”,
anteponiéndole al mismo Juan. Según Eusebio de Cesarea, en el reparto del mundo
para su evangelización, le habría correspondido la Escitia o sur de la Rusia
actual, donde, sin embargo no se han encontrado restos de cristianismo antes
del siglo III. San Jerónimo afirma que su actividad apostólica se realizó en
Tracia, Macedonia y Grecia, así como en las colonias griegas en torno al mar
Negro -en una de ella se encuentra una piedra blanca o cátedra desde donde
predicaba-. Otros testimonios trazan el itinerario geográfico de su apostolado
desde Jerusalén a Grecia, haciéndole pasar por las regiones cercanas al Mar Negro.
Una reliquia suya fue devuelta por el Papa Pablo VI a
Constatinopla con el ánimo de facilitar la unión entre los ortodoxos y los
católicos. Desde el siglo XII se le venera crucificado en una cruz en forma de
aspa, modo en el que fue martirizado. En Rusia se utilizó durante siglos esta
cruz en las banderas
Cuenta la tradición que San Andrés murió alabando la cruz,
pues le acercaba definitivamente a su maestro.
“Oh, cruz buena, que has sido glorificada por causa de los
miembros del Señor, cruz por largo tiempo deseada, ardientemente amada, buscada
sin descanso y ofrecida a mis ardientes deseos (…) devuélveme a mi Maestro,
para que por ti me reciba el que por ti me redimió”.
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