Lectura
del santo evangelio según san Juan 8,1-11
En aquel tiempo, Jesús se retiró
al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo
el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de
Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú,
¿qué dices?»Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.»
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?, ¿ninguno te ha condenado?» Ella contestó: «Ninguno, Señor.»
Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.»
Reflexión
del Evangelio de hoy
La fuerza
se realiza en la debilidad
La
‘historia de Susana’, añadida, al parecer, al texto de Daniel, ilustra la justicia
de Dios en medio de su pueblo. Frente a la corrupción de algunos jueces judíos,
que ejercían la administración de la justicia, la sabiduría de un joven
descubre ante el pueblo la culpabilidad de dos de ellos, que pretendían
condenar a una mujer inocente de la que habían intentado abusar. Al no
conseguir su propósito, engañaron a la gente, seguros de su prestigio social.
Pero Dios salió en defensa del débil a la vista de todos.
Se trata
de una temática de orden sapiencial, que nos enseña al menos dos cosas
importantes. Por una parte, cómo el poder corrompe con frecuencia a los que lo
detentan, que no son mejores que los demás, pero que parecen tener una
relevancia social que los hace invulnerables. Sin embargo, también ellos
muestran a veces su lado flaco, dejando ver sus pretensiones inconfesables y
sus manejos turbios.
Por otra
parte – y esto es lo más importante-, relatos como ese nos muestran el obrar
providente de Dios, no siempre claramente visible, pero siempre favorable a los
más desvalidos. Un obrar que, además, lleva a cabo a menudo sirviéndose de
instrumentos sin un relieve especial. Quiere dar a entender que muchas hermosas
realidades son fruto de inesperadas y modestas iniciativas; nos educa para que
aprendamos que, sobre todo en las cosas de Dios, “la fuerza se realiza en la
debilidad” (2 Cor 12, 9). Susana, a pesar de sentir terror, parecía sin embargo
tener esa certeza.
El perdón
restablece la justicia
También
este relato –más propio del estilo de Lucas- parece haber sido añadido al
evangelio de Juan. Lo que pretenden los acusadores es tender una trampa a
Jesús, tomando como pretexto el supuesto adulterio de una mujer. Él, sin
embargo, desbarata sus planes, a la vez que muestra cómo está del lado de la
misericordia de Dios, que ellos desconocen.
Aquí las
autoridades se muestran de nuevo prepotentes, con un doble propósito: condenar
a una mujer indefensa y acusar a Jesús, a quien suponen desobediente a la ley.
Jesús, por el contrario, ni se defiende ni se suma a la proclamada condena. Con
un sencillo gesto, al parecer suficientemente elocuente para aquellos hombres
(tal vez porque expresa matices de la ley que no han tenido en cuenta, o porque
los remite a sus propias responsabilidades), les hace abandonar sus propósitos
y, a la vez, rehabilita a aquella mujer ante todos.
La
enseñanza aquí también es doble. En primer lugar, juzgar y condenar sólo lo
puede hacer Dios con total acierto (y, además, el que pretende juzgar debe
examinarse primero a sí mismo). En segundo lugar, Dios, porque es misericordioso
con todos, es siempre propenso a perdonar, si bien advierte de que el pecador
debe corregir su conducta (“Yo tampoco te condeno. Anda, y en adelante no
peques más”).
¿Por qué
es justo que seamos misericordiosos?
Fray Emilio García Álvarez
Convento de Santo Tomás de Aquino (Sevilla)
Convento de Santo Tomás de Aquino (Sevilla)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/8-4-2019/
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