domingo, 10 de diciembre de 2017

II Domingo de Adviento (10 Dic. 2017) Año litúrgico 2017 - 2018 - (Ciclo B)

Evangelio de hoy y lecturas
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías 40, 1-5. 9-11
«Consolad, consolad a mi pueblo,
–dice vuestro Dios–;
hablad al corazón de Jerusalén,
gritadle,
que se ha cumplido su servicio,
y está pagado su crimen,
pues de la mano del Señor ha recibido
doble paga por sus pecados.»
Una voz grita:
«En el desierto preparadle
un camino al Señor;
allanad en la estepa
una calzada para nuestro Dios;
que los valles se levanten,
que montes y colinas se abajen,
que lo torcido se enderece
y lo escabroso se iguale. 
Se revelará la gloria del Señor,
y la verán todos los hombres juntos
–ha hablado la boca del Señor–.»
Súbete a un monte elevado,
heraldo de Sión;
alza fuerte la voz,
heraldo de Jerusalén; álzala, no temas,
di a las ciudades de Judá:
«Aquí está vuestro Dios.
Mirad, el Señor Dios llega con poder,
y su brazo manda.
Mirad, viene con él su salario,
y su recompensa lo precede.
Como un pastor que apacienta el rebaño,
su brazo lo reúne,
toma en brazos los corderos
y hace recostar a las madres.»
Salmo
Sal 84, 9ab 10. 11-12. 13-14
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz
a su pueblo y a sus amigos.»
La salvación está ya cerca de sus fieles,
y la gloria habitará en nuestra tierra. R.
La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo. R.
El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos. R.
Segunda lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pedro 3, 8-14
Queridos hermanos:
No perdáis de vista una cosa: para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día.
El Señor no tarda en cumplir su promesa, como creen algunos.
Lo que ocurre es que tiene mucha paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan.
El día del Señor llegará como un ladrón.
Entonces el cielo desaparecerá con gran estrépito; los elementos se desintegrarán abrasados, y la tierra con todas sus obras se consumirá.
Si todo este mundo se va a desintegrar de este modo, ¡qué santa y piadosa ha de ser vuestra vida!
Esperad y apresurad la venida del Señor, cuando desaparecerán los cielos, consumidos por el fuego, y se derretirán los elementos.
Pero nosotros, confiados en la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva en que habite la justicia.
Por tanto, queridos hermanos, mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con él, inmaculados e irreprochables.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 1-8
Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
Está escrito en el profeta Isaías:
«Yo envío mi mensajero delante de ti
para que te prepare el camino.
Una voz grita en el desierto:
"Preparad el camino del Señor,
allanad sus senderos."»
Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados, y él los bautizaba en el jordán.
Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba:
–«Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias.
Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.»

Pautas para la homilía
Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios.
Este ha de ser hoy, me parece, el tono de nuestra predicación. Que sea una palabra cálida, restauradora, compasiva, dirigida “al corazón”, aconseja Isaías. Los motivos de esta consolación son –aclara él mismo- que Dios nos ha perdonado y ha pagado nuestra culpa. Este tono, que propongo para nuestra predicación, es muy oportuno para este Adviento 2017.
Actualmente, son muchos los rostros desconsolados. Para constatarlo solo es preciso caminar con los ojos bien abiertos a través de los barrios de nuestras ciudades, por los lujosos y por aquellos que vergonzosamente ocultamos, establecidos al margen de nuestras ciudades. Los desconsuelos tienen nombres, causas y densidades distintas: soportar día tras día el sinsabor de una vida sin sentido; no poder asegurar los elementales gastos cotidianos para vivir sobriamente; convivir con un cuerpo o una mente enfermo s sin remedio; padecer el aparente silencio de Dios, su fingida malévola indiferencia. Y tantos otros desconsuelos…
Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos
El Adviento no es, a pesar de todo, un tiempo para cruzar los brazos, dejarlos caer, y quedarse en el lamento, sin consuelo. Isaías y Juan el Bautista nos urgen a trabajar, a emprender una obra de reconstrucción: trazar en la estepa un sendero para el Señor, rellenar los valles y aplanar montañas y colinas, convertir en llanuras los terrenos escarpados… ¡Toda una obra de ingeniería a lo divino!
No cabe duda de que nuestro mundo necesita ser reconstruido para que aparezcan la tierra y los cielos nuevos, para del caos informe surja un cosmos bello. El mundo está demasiado agrietado y roto, la brecha entre ricos y pobres se agranda, los excluidos siguen permaneciendo al margen, la creación grita con dolores de parto por estar sometida al despilfarro y al desequilibrio. Y la comunidad humana está maltratada por la rivalidad, el egoísmo, por la tiranía del poder y la inapetencia por la gratuidad. Hemos de colaborar con el Creador a reconstruir el mundo.
Súbete a lo alto de un monte, tú que llevas la buena nueva a Sión y levanta con fuerza tu voz
Sí, hay que subir a una montaña alta y gritar: “¡Aquí está tu Dios¡”. Subir a lo alto de un monte no es ausentarse cobardemente del mundo o alejarse de los peregrinos que caminan a su aire buscando sus destinos; subir a lo alto de un monte es tratar de ver mejor, con mayor precisión y perspectiva; es encontrar la atalaya desde donde el mensaje puede ser mejor escuchado. “Gritar”, “alzar la voz, “gritar en el desierto” es el timbre de la voz profética, de la voz de adviento.
Preparar la Navidad para los desconsolados
Eso, solo lo saben hacer quienes creen en el nacimiento de la Palabra hecha carne, porque la navidad sin el nacimiento de Jesús sería una contradicción que agrandaría el desaliento de los desconsolados. Las calles de nuestras ciudades, ataviadas ya de luces de colores, de estrellas y de papás Noel con sus largas barbas bancas anuncian unas navidades sin que el Niño nazca. Además de desconsuelo pueden acabar tristemente en amarga frustración.
La única Navidad que consuela es la verdadera. Esa que los profetas señalan con la palma de sus manos, gritando “Aquí está tu Dios” y señalan el rostro del niño recién nacido en el portal de Belén. Pero, el “portal” ya no es hoy solamente María, José y el niño, el buey y la mula. Es el barrio pobre que aplaude a la luz nueva, el corazón que perdona a quien le hizo daño y heridas, la violencia que da paso a la paz, los alejados que se abrazan. Es Dios que a todos nos abraza en su Hijo. Nos quedan varias semanas para preparar la Navidad verdadera, la que en verdad consuela.

Fr. Luis Carlos Bernal Llorente O.P.
Casa de la Santísima Trinidad (Montevideo-Uruguay)
https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/10-12-2017/pautas/


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