Lectura del santo evangelio según san Mateo
9,35–10,1.6-8
En aquel tiempo,
Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas,
anunciando el Evangelio del reino y curando todas las enfermedades y todas las
dolencias. Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban
extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor.
Entonces dijo a sus discípulos: «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.»
Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia.
A estos doce los envió con estas instrucciones: «Id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.»
Entonces dijo a sus discípulos: «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.»
Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia.
A estos doce los envió con estas instrucciones: «Id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.»
Reflexión del Evangelio de hoy
Dios
viene
Estamos
ya inmersos en el Adviento, los textos litúrgicos que hemos estando
escudriñando y meditando durante la semana que hoy concluimos han puesto en
nuestra alma, en nuestra mente y en nuestro corazón un ambiente de gozosa
esperanza porque «Dios viene, se apiada de nuestro gemido…».
El
Adviento es, por excelencia, el tiempo de la esperanza. Cada año, esta actitud
fundamental debemos renovarla en el corazón, mientras nos preparamos para
celebrar la gran fiesta del nacimiento de Cristo Jesús, reavivando con ello la
esperanza de su vuelta gloriosa al final de los tiempos.
Este
tiempo de Adviento nos invita a emprender, con más brío, el camino de la fe
abriendo nuestra vida al misterio de Dios, acogiendo la salvación, que el Amor
Dios nos regala, reconociendo que Él es la fuente, el apoyo y el término de
nuestra esperanza .
El
Adviento nos invita a hacer un alto en el camino para, poniendo en el corazón
un clima de silencio, captar la presencia de Dios. Es una invitación a
comprender que los acontecimientos de cada día son gestos de Dios, son signos
de su cuidado y amor por cada uno de nosotros.
Sí en
todo momento «Dios viene» y viene, porque «se apiada de
nosotros, no se esconde de nosotros, nuestros ojos le verán»
Esperando
al Señor debemos hacer de este mundo un hogar en el que Dios se haga presente.
Queremos apresurar Su venida final, ayudando a todas las personas con las que
nos encontremos, con la perseverancia de la oración y de las buenas obras,
porque ellas, las buenas obras, son el aval de la autenticidad de nuestra
oración.
Vivamos
este nuevo Adviento despertando en nuestro corazón la espera de Dios que viene,
la esperanza de que su nombre sea santificado, de que venga su reino de
justicia y de paz, y de que se haga su voluntad en la tierra como en el cielo.
Como
María, y con su ayuda materna, seamos dóciles a la acción del Espíritu Santo,
para que el Dios de la paz nos santifique plenamente, y la Iglesia se convierta
en signo e instrumento de esperanza para todos los hombres.
Rogad
al dueño de la mies
Es
muy rico el texto evangélico de hoy, me gustaría reflexionar sobre: la
compasión de Jesús, el anuncio del Reino, la invitación a la oración al Padre
para que «envíe obreros a su mies» la llamada de los discípulos, las
instrucciones que da a sus discípulos… pero voy a hacer hincapié en una sola de
ellas: «Rogad al Dueño de la mies que mande trabajadores a su mies. »
Como
nos invita el Señor, debemos pedir a Dios, llamar a la “puerta,” de su corazón,
para que nos envíe vocaciones, “obreros que trabajen su mies” y,
debemos hacerlo con gran insistencia, con gran determinación con gran
convicción, porque Dios no se cierra a una oración insistente, permanente,
confiada, humilde, valiente, SÍ, llamada insistente al corazón de Dios para
que «envíe trabajadores a su mies. »
La
oración es la primera forma de compromiso de los discípulos con la misión
recibida de Jesús, pues si uno cree en la importancia de la misión encomendada
hará todo lo posible, orando a Dios que lo encomendado no muera con uno mismo,
sino que continúe en los demás durante su vida y después de ella.
Jesús
sabe que la “vocación” no es solamente una cosa humana, nosotros no tomamos la
iniciativa ya que Dios es quien nos elige y llama, por ello el Señor nos invita
a «rogar al Dueño de la mies que mande trabajadores a su mies. »
Por
nuestra parte debemos crear en nuestra comunidad, en nuestra familia, en
nuestro trabajo, entre nuestros amigos un clima, un ambiente que invite a la
oración, a la humildad, a la confianza de hablar con Dios y de Dios con fuerza,
con decisión, con convencimiento personal. Y, debemos tener la valentía de
proponer a los jóvenes la idea de que piensen en la llamada de Dios ya que, con
frecuencia, una palabra humana es necesaria para abrirnos a la escucha de la
vocación divina. Atrevernos a hablar con los jóvenes para ayudarles a encontrar
un nuevo contexto vital en el que puedan vivir.
Monjas Dominicas Contemplativas
Monasterio de Santa Catalina de Siena (Paterna)
Monasterio de Santa Catalina de Siena (Paterna)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
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