Texto
del Evangelio (Lc 1,57-66): Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y
tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran
misericordia, y se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a
circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su
madre, tomando la palabra, dijo: «No; se ha de llamar Juan». Le decían: «No hay
nadie en tu parentela que tenga ese nombre». Y preguntaban por señas a su padre
cómo quería que se le llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su
nombre». Y todos quedaron admirados. Y al punto se abrió su boca y su lengua, y
hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la
montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las
grababan en su corazón, diciendo: «Pues, ¿qué será este niño?». Porque, en
efecto, la mano del Señor estaba con él.
Comentario:
Rev. D. Miquel MASATS i Roca (Girona, España).
«‘¿Qué
será este niño?’. Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él»
Hoy,
en la primera lectura leemos: «Esto dice el Señor: ‘Yo envío mi mensajero para
que prepare el camino delante de Mí’» (Mal 3,1). La profecía de Malaquías se
cumple en Juan Bautista. Es uno de los personajes principales de la liturgia de
Adviento, que nos invita a prepararnos con oración y penitencia para la venida
del Señor. Tal como reza la oración colecta de la misa de hoy: «Concede a tus
siervos, que reconocemos la proximidad del Nacimiento de tu Hijo, experimentar
la misericordia del Verbo que se dignó tomar carne de la Virgen María y habitar
entre nosotros».
El
nacimiento del Precursor nos habla de la proximidad de la Navidad. ¡El Señor
está cerca!; ¡preparémonos! Preguntado por los sacerdotes venidos desde
Jerusalén acerca de quién era, él respondió: «Yo soy la voz del que clama en el
desierto: ‘Enderezad el camino del Señor’» (Jn 1,23).
«Mira
que estoy a la puerta y llamo: si alguno oye mi voz y me abre la puerta,
entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo» (Ap 3,20), se lee en la
antífona de comunión. Hemos de hacer examen para ver cómo nos estamos
preparando para recibir a Jesús el día de Navidad: Dios quiere nacer principalmente
en nuestros corazones.
La
vida del Precursor nos enseña las virtudes que necesitamos para recibir con
provecho a Jesús; fundamentalmente, la humildad de corazón. Él se reconoce
instrumento de Dios para cumplir su vocación, su misión. Como dice san Ambrosio: «No te gloríes de ser llamado hijo de Dios —reconozcamos la gracia
sin olvidar nuestra naturaleza—; no te envanezcas si has servido bien, porque
has cumplido aquello que tenías que hacer. El sol hace su trabajo, la luna
obedece; los ángeles cumplen su misión. El instrumento escogido por el Señor
para los gentiles dice: ‘Yo no merezco el nombre de Apóstol, porque he
perseguido a la Iglesia de Dios’ (1Cor 15,9)».
Busquemos
sólo la gloria de Dios. La virtud de la humildad nos dispondrá a prepararnos
debidamente para las fiestas que se acercan.
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