Lectura
del santo evangelio según san Marcos (3,31-35)
En aquel tiempo, llegaron la madre y
los hermanos de Jesús y desde fuera lo mandaron llamar. La gente que tenía
sentada alrededor le dijo: «Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te
buscan.»
Les contestó: «¿Quienes son mi madre y
mis hermanos?»
Y, paseando la mirada por el corro,
dijo: «Estos son mi madre y
mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios,
ese es mi hermano y mi hermana y mi madre.»
Reflexión
del Evangelio de hoy
La
ley presenta solo un vislumbre de los bienes futuros
Vislumbrar se refiere a algo que se
detecta desde la lejanía, de ahí que el texto de la carta a los Hebreos que
hoy se nos ofrece arranque apuntando la realidad de que una cosa es
vislumbrar los bienes futuros y otra la realidad de la imagen auténtica, que
podemos percibir no desde la perspectiva de la ley, sino desde el amor. Por
tanto, el texto quiere situarnos no en lo que se atisba, sino en lo que está
aquí y en el ahora del tiempo como un anticipo de la realidad futura y que
podemos vivir en esta situación temporal desde la fe. Dentro de esta
perspectiva, las realidades futuras las hacemos vivencias en el presente.
Ciertamente, la fe nos deja entrever ya
algo de lo que está más allá del horizonte y de nosotros mismos; pero la
plenitud de la posesión de Dios solo se nos dará en el “lumen gloriae”, en la
“luz de la gloria”. Mientras tanto, vamos como a tientas, “guiados sólo por la
fe, a la espera de que sucedan estos acontecimientos”.
Por otra parte, avanzando en la lectura
del texto, nos vamos adentrando en esa realidad de la entrega de Cristo, quien
hace en el aquí y ahora del tiempo su entrada en el mundo dando así plenitud a
la misma temporalidad, haciendo suyas las palabras del salmo 39: “Tú no quieres
sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo”. Y desde su cuerpo
entregado hace la entrega de su voluntad al Padre, para que por su oblación
todos seamos santificados.
Cristo entrega al Padre lo mejor de sí
mismo haciéndose holocausto y víctima grata por la remisión de nuestros
pecados. A nosotros nos toca entrar en un camino y proceso de conversión
continua. Como podemos ver es una lectura con mucha hondura teológica, donde
vemos que Cristo, en la entrega de su cuerpo, hace visible la
entrega de su amor.
No cabe, pues, esperar más, sino saber
situarnos en la actitud del Apóstol Pablo, que ante la contemplación del
misterio de Cristo exclamaba: “Me amó y se entrego por mí”.
Éstos
son mi madre y mis hermanos
Jesús es claro en sus palabras
y apunta siempre a la realidad de lo que quiere expresar y que siempre va
más allá de lo que nosotros podemos sospechar.
El texto evangélico es corto en
extensión, pero denso y profundo; no rompe el hilo conductor marcado en
la lectura de la carta a los Hebreos seguido del salmo responsorial. Ambos nos
hablan de un deseo de realización: el cumplimiento de la voluntad de Dios:
“Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”. Pero en el Evangelio el
descubrimiento de la voluntad de Dios es claro según las indicaciones del mismo
Jesús al decir: “El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi
hermana y mi madre”.
Por tanto, vivir fuera del marco de la
voluntad de Dios, negando el amor a los hermanos, nos imposibilita el hacernos
hermanos de Jesús. La posibilidad de formar parte de los hermanos de Jesús, nos
es dada desde el amor que proyectamos en los demás. Desde aquí Jesús hace
el reconocimiento de los que forman y conforman su entorno familiar: aquellos
que, amando, llevan a cabo la mejor forma del cumplimiento de la voluntad de
Dios.
Jesús no habla en este texto de una
manera despectiva como tal vez pueda parecernos, sino que, poniendo el acento
en lo esencial de su mensaje, nos invita a entrar en un camino progresivo de
acercamiento al otro desde el amor. Es lo que hizo María, su Madre, quien llevó
a cabo el cumplimiento de las promesas de Dios precisamente por su “fiat”, por
su “sí” constante a los planes divinos. Jesús proclamaba de esta forma que
María era su Madre no sólo desde la dimensión biológica, sino también desde la
entrega incondicional a todo el plan salvador de Dios en la entrega de Ella
misma hacia los demás, apuntando claramente hacia su Madre como el mejor
referente y modelo para nuestra existencia en el cumplimiento de la voluntad
divina.
Como término de esta reflexión a la que
hoy nos da pie el texto evangélico nada mejor que lo que nos dice acerca del
mismo el propio San Agustín: “María escuchó la palabra de Dios y la cumplió;
llevó en su seno el cuerpo de Cristo, pero más aún guardó en su mente la verdad
de Cristo, por tanto, en su seno estuvo Cristo hecho carne, pero es más
importante lo que está en la mente que lo que se lleva en el seno”
Monjas Dominicas Contemplativas
Monasterio de (Trujillo)
Monasterio de (Trujillo)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
No hay comentarios:
Publicar un comentario