Texto del Evangelio (Jn 14,1-6): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus
discípulos: «No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí.
En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque
voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar,
volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. Y
adonde yo voy sabéis el camino». Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas,
¿cómo podemos saber el camino?». Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y
la Vida. Nadie va al Padre sino por mí».
Comentario: Rev. D. Josep Mª MANRESA Lamarca (Valldoreix,
Barcelona, España).
«Yo
soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí»
Hoy,
en este Viernes IV de Pascua, Jesús nos invita a la calma. La serenidad y la
alegría fluyen como un río de paz de su Corazón resucitado hasta el nuestro,
agitado e inquieto, zarandeado tantas veces por un activismo tan enfebrecido
como estéril.
Son
los nuestros los tiempos de la agitación, el nerviosismo y el estrés. Tiempos
en que el Padre de la mentira ha inficionado las inteligencias de los hombres
haciéndoles llamar al bien mal y al mal bien, dando luz por oscuridad y
oscuridad por luz, sembrando en sus almas la duda y el escepticismo que agostan
en ellas todo brote de esperanza en un horizonte de plenitud que el mundo con
sus halagos no sabe ni puede dar.
Los
frutos de tan diabólica empresa o actividad son evidentes: enseñoreado el
“sinsentido” y la pérdida de la trascendencia de tantos hombres y mujeres, no
sólo han olvidado, sino que han extraviado el camino, porque antes olvidaron el
Camino. Guerras, violencias de todo género, cerrazón y egoísmo ante la vida
(anticoncepción, aborto, eutanasia...), familias rotas, juventud “desnortada”,
y un largo etcétera, constituyen la gran mentira sobre la que se asienta buena
parte del triste andamiaje de la sociedad del tan cacareado “progreso”.
En
medio de todo, Jesús, el Príncipe de la Paz, repite a los hombres de buena
voluntad con su infinita mansedumbre: «No se turbe vuestro corazón. Creéis en
Dios: creed también en mí» (Jn 14,1). A la derecha del Padre, Él acaricia como
un sueño ilusionado de su misericordia el momento de tenernos junto a Él, «para
que donde esté yo estéis también vosotros» (Jn 14,3). No podemos excusarnos
como Tomás. Nosotros sí sabemos el camino. Nosotros, por pura gracia, sí
conocemos el sendero que conduce al Padre, en cuya casa hay muchas estancias.
En el cielo nos espera un lugar, que quedará para siempre vacío si nosotros no
lo ocupamos. Acerquémonos, pues, sin temor, con ilimitada confianza a Aquél que
es el único Camino, la irrenunciable Verdad y la Vida en plenitud.
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