Día litúrgico: San José, esposo de la Virgen María
Texto del Evangelio (Mt 1,16.18-21.24a): Jacob engendró a José, el esposo
de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo. La generación de Jesucristo
fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de
empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo.
Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió
repudiarla en secreto.
Así
lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le
dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo
engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás
por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». Despertado
José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado.
Comentario: + Mons. Ramon MALLA i Call Obispo Emérito de Lleida (Lleida,
España).
«José,
hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer»
Hoy,
celebra la Iglesia la solemnidad de San José, el esposo de María. Es como un
paréntesis alegre dentro de la austeridad de la Cuaresma. Pero la alegría de
esta fiesta no es un obstáculo para continuar avanzando en el camino de
conversión, propio del tiempo cuaresmal.
Bueno
es aquel que, elevando su mirada, hace esfuerzos para que la propia vida se
acomode al plan de Dios. Y es bueno aquel que, mirando a los otros, procura
interpretar siempre en buen sentido todas las acciones que realizan y salvar la
buena fama. En los dos aspectos de bondad, se nos presenta a San José en el Evangelio de hoy.
Dios
tiene sobre cada uno de nosotros un plan de amor, ya que «Dios es amor» (1Jn
4,8). Pero la dureza de la vida hace que algunas veces no lo sepamos descubrir.
Lógicamente, nos quejamos y nos resistimos a aceptar las cruces.
No
le debió ser fácil a San José ver que María «antes de empezar a estar juntos
ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo» (Mt 1,18). Se había
propuesto deshacer el acuerdo matrimonial, pero «en secreto» (Mt 1,19). Y a la
vez, «cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños» (Mt 1,20),
revelándole que él tenía que ser el padre legal del Niño, lo aceptó
inmediatamente «y tomó consigo a su mujer» (Mt 1,24).
La Cuaresma es una buena ocasión para descubrir qué espera Dios
de nosotros, y reforzar nuestro deseo de llevarlo a la práctica. Pidamos al
buen Dios «por intercesión del Esposo de María», como diremos en la colecta de
la misa, que avancemos en nuestro camino de conversión imitando a San José en
la aceptación de la voluntad de Dios y en el ejercicio de la caridad con el
prójimo. A la vez, tengamos presente que «toda la Iglesia santa está endeudada
con la Virgen Madre, ya que por Ella recibió a Cristo, así también, después de
Ella, San José es el más digno de nuestro agradecimiento y reverencia» (San Bernardino de Siena).
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