Día litúrgico: Sábado X del tiempo ordinario
Santoral 11 de Junio: San Bernabé, apóstol
Texto del Evangelio (Mt 5,33-37): En aquel tiempo,
dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído también que se dijo a los
antepasados: ‘No perjurarás, sino que cumplirás al Señor tus juramentos’. Pues
yo digo que no juréis en modo alguno: ni por el Cielo, porque es el trono de
Dios, ni por la Tierra, porque es el escabel de sus pies; ni por Jerusalén,
porque es la ciudad del gran rey. Ni tampoco jures por tu cabeza, porque ni a
uno solo de tus cabellos puedes hacerlo blanco o negro. Sea vuestro lenguaje:
‘Sí, sí’; ‘no, no’: que lo que pasa de aquí viene del Maligno».
Comentario: Rev. D. Jordi PASCUAL i Bancells
(Salt, Girona, España).
«Sea vuestro lenguaje: ‘Sí, sí’; ‘no, no’»
Hoy continúa Jesús comentándonos los Mandamientos. Los
israelitas tenían un gran respeto hacia el nombre de Dios, una veneración sagrada,
porque sabían que el nombre se refiere a la persona, y Dios merece todo
respeto, todo honor y toda gloria, de pensamiento, palabra y obra. Por esto
—teniendo presente que jurar es poner a Dios como testigo de la verdad de lo
que decimos— la Ley les mandaba: «No perjurarás, sino que cumplirás al Señor
tus juramentos» (Mt 5,33). Pero Jesús viene a perfeccionar la Ley (y, por
tanto, a perfeccionarnos a nosotros siguiendo la Ley), y da un paso más: «No
juréis en modo alguno: ni por el Cielo, (...), ni por la Tierra (...)» (Mt
5,34). No es que jurar, en sí mismo, sea malo, pero son necesarias unas
condiciones para que el juramento sea lícito, como por ejemplo, que haya una
causa justa, grave, seria (un juicio, pongamos por caso), y que lo que se jura
sea verdadero y bueno.
Pero el Señor nos dice todavía más: «Sea vuestro lenguaje:
‘Sí, sí’; ‘no, no’» (Mt 5,37). Es decir, nos invita a vivir la veracidad en
toda ocasión, a conformar nuestro pensamiento, nuestras palabras y nuestras
obras a la verdad. Y la verdad, ¿qué es? Es la gran pregunta, que ya vemos
formulada en el Evangelio por boca de Pilato, en el juicio contra Jesús, y a la
que tantos pensadores a lo largo de los tiempos han procurado dar respuesta.
Dios es la Verdad. Quien vive agradando a Dios, cumpliendo sus Mandamientos,
vive en la Verdad. Dice el santo Cura de Ars: «La razón de que tan pocos cristianos obren con la exclusiva intención
de agradar a Dios es porque la mayor parte de ellos se encuentran sometidos a
la más espantosa ignorancia. Dios mío, ¡cuántas buenas obras se pierden para el
Cielo!». Hay que pensar en ello.
Nos conviene formarnos, leer el Evangelio y el Catecismo.
Después, vivir según lo que hemos aprendido.
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