El Papa Francisco se encontró en la Sala Clementina
del Vaticano, con los directivos de los Colegios de Médicos de España y
Latinoamérica, y les recalcó que los médicos, con su cercanía y su dedicación a
las personas enfermas “pueden convertirse en verdadera personificación de la
misericordia”.
“La identidad y el compromiso del médico- ha añadido- no
sólo se apoya en su ciencia y competencia técnica, sino principalmente en su
actitud compasiva y misericordiosa hacia los que sufren en el cuerpo y en el
espíritu. La compasión es de alguna manera el alma misma de la medicina. La
compasión no es lástima, es padecer-con”.
El Pontífice dijo que en nuestra cultura tecnológica e
individualista, la compasión no siempre es bien vista; en ocasiones, hasta se
la desprecia porque significa someter a la persona que la recibe a una
humillación e incluso no faltan quienes se escudan en una supuesta compasión
para justificar y aprobar la muerte de un enfermo. “Y no es así. La verdadera
compasión no margina a nadie, ni la humilla, ni la excluye, ni mucho menos
considera como algo bueno su desaparición. Ustedes saben bien que eso
significaría el triunfo del egoísmo, de esa «cultura del descarte» que rechaza
y desprecia a las personas que no cumplen con determinados cánones de salud, de
belleza o de utilidad. A mí me gusta bendecir las manos de los médicos como
signo de reconocimiento a esa compasión que se hace caricia de salud”.
Después, subrayando que la salud es uno de los dones más
preciados y deseados por todos y que en la tradición bíblica siempre se ha
puesto de manifiesto la cercanía entre la salvación y la salud, recordó que los
padres de la Iglesia solían denominar a Cristo y a su obra de salvación con el
título de “Christus medicus”. “Él es el Buen Pastor que cuida a la oveja herida
y conforta a la enferma -dijo- Él es el Buen Samaritano que no pasa de largo
ante la persona malherida al borde del camino, sino que, movido por la
compasión, la cura y la atiende. La tradición médica cristiana siempre se ha
inspirado en la parábola del Buen Samaritano”.
“La compasión, este padecer-con, es la respuesta adecuada
al valor inmenso de la persona enferma, una respuesta hecha de respeto,
comprensión y ternura, porque el valor sagrado de la vida del enfermo no
desaparece ni se oscurece nunca, sino que brilla con más resplandor
precisamente en su sufrimiento y en su desvalimiento”, reiteró el Pontífice,
citando la recomendación de San Camilo de Lelis para tratar a los enfermos: «Pongan más corazón en esas manos».
“La fragilidad, el dolor y la enfermedad son una dura prueba para todos,
también para el personal médico, son un llamado a la paciencia, al padecer-con;
por ello no se puede ceder a la tentación funcionalista de aplicar soluciones
rápidas y drásticas, movidos por una falsa compasión o por meros criterios de
eficiencia y ahorro económico. Está en juego la dignidad de la vida humana;
está en juego la dignidad de la vocación médica”, dijo el Santo Padre.
Finalmente, el Papa Francisco se despidió de los médicos
asegurándoles, además de sus oraciones su aprecio por “el esfuerzo que realizan
para dignificar cada día más su profesión y para acompañar, cuidar y valorizar
el inmenso don que significan las personas que sufren a causa de la enfermedad”.
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