Día litúrgico: Jueves V de Cuaresma
Texto del Evangelio (Jn 8,51-59): En aquel tiempo, Jesús
dijo a los judíos: «En verdad, en verdad os digo: si alguno guarda mi Palabra,
no verá la muerte jamás». Le dijeron los judíos: «Ahora estamos seguros de que
tienes un demonio. Abraham murió, y también los profetas; y tú dices: ‘Si
alguno guarda mi Palabra, no probará la muerte jamás’. ¿Eres tú acaso más
grande que nuestro padre Abraham, que murió? También los profetas murieron.
¿Por quién te tienes a ti mismo?». Jesús respondió: «Si yo me glorificara a mí
mismo, mi gloria no valdría nada; es mi Padre quien me glorifica, de quien
vosotros decís: ‘Él es nuestro Dios’, y sin embargo no le conocéis, yo sí que
le conozco, y si dijera que no le conozco, sería un mentiroso como vosotros.
Pero yo le conozco, y guardo su Palabra. Vuestro padre Abraham se regocijó
pensando en ver mi día; lo vio y se alegró». Entonces los judíos le dijeron:
«¿Aún no tienes cincuenta años y has visto a Abraham?». Jesús les respondió:
«En verdad, en verdad os digo: antes de que Abraham existiera, Yo Soy».
Entonces tomaron piedras para tirárselas; pero Jesús se ocultó y salió del
Templo.
Comentario: Rev. D. Enric CASES i Martín
(Barcelona, España).
«Vuestro Padre Abraham se regocijó pensando en ver mi día;
lo vio y se alegró»
Hoy nos sitúa san Juan ante una manifestación de Jesús en
el Templo. El Salvador revela un hecho desconocido para los judíos: que Abraham
vio y se alegró al contemplar el día de Jesús. Todos sabían que Dios había
hecho una alianza con Abraham, asegurándole grandes promesas de salvación para
su descendencia. Sin embargo, desconocían hasta qué punto llegaba la luz de
Dios. Cristo les revela que Abraham vio al Mesías en el día de Yahvé, al cual
llama mi día.
En esta revelación Jesús se muestra poseyendo la visión
eterna de Dios. Pero, sobre todo se manifiesta como alguien preexistente y
presente en el tiempo de Abraham. Poco después, en el fuego de la discusión,
cuando le alegan que aún no tiene cincuenta años les dice: «En verdad, en
verdad os digo: antes de que Abraham existiera, Yo Soy» (Jn 8,58) Es una
declaración notoria de su divinidad, podían entenderla perfectamente, y también
hubieran podido creer si hubieran conocido más al Padre. La expresión “Yo soy”
es parte del tetragrama santo Yahvhé, revelado en el monte Sinaí.
El cristianismo es más que un conjunto de reglas morales
elevadas, como pueden ser el amor perfecto, o, incluso, el perdón. El
cristianismo es la fe en una persona. Jesús es Dios y hombre verdadero.
«Perfecto Dios y perfecto Hombre», dice el Símbolo Atanasiano. San Hilario de Poitiers escribe en una bella oración:
«Otórganos, pues, un modo de expresión adecuado y digno, ilumina nuestra
inteligencia, haz también que nuestras palabras sean expresión de nuestra fe,
es decir, que nosotros, que por los profetas y los Apóstoles te conocemos a ti,
Dios Padre y al único Señor Jesucristo, podamos también celebrarte a ti como
Dios, en quien no hay unicidad de persona, y confesar a tu Hijo, en todo igual
a ti».
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