Lectura
del santo evangelio según san Marcos 4,26-34
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
«El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él
duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin
que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los
tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se
mete la hoz, porque ha llegado la siega.»
Dijo también: «¿Con qué podemos
comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al
sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace
más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros
pueden cobijarse y anidar en ellas.»
Con muchas parábolas parecidas les
exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con
parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.
Reflexión
del Evangelio de hoy
…
mi justo vivirá de fe
Son los primeros días de los cristianos
viviendo su fe en medio de dificultades, sufriendo o compartiendo el
sufrimiento que las persecuciones acarrearon a los fieles, soportados con
entereza por la esperanza en un mundo mejor.
Los tiempos de Dios no son nuestros
tiempos. Pablo espera como inminente la llegada “del que viene”. Hoy sabemos
que el ritmo de los tiempos está fuera de nuestro alcance, que la esperanza en
una venida de rescate inmediata no se va a producir, que deberemos seguir
esperando viviendo en la fe. Es lo único que necesitamos: vivir sostenidos por
la fe en el que ha de venir, sin impaciencia, fuertes en la esperanza y
absolutamente firmes en la certeza de la nueva venida de Cristo. Él vendrá.
Cuando los tiempos sean cumplidos y todo esté sometido bajo sus pies, llegará a
cada uno de nosotros.
Todos estamos en las manos del Señor.
Él es quien nos salva si nosotros queremos ser salvados, porque el Señor
siempre camina a nuestro lado, atento a nuestros tropiezos para darnos la mano
y sacarnos del apuro, librarnos de los malvados y asegurar nuestra salvación.
…
y la semilla va creciendo sin que él sepa cómo
…Ahí estamos: el Reino de Dios nos
invita a repartir su semilla y nos pone en las manos una cantidad de ellas. Y
empieza nuestra tarea: ser sembradores.
Pero también, si escuchamos a muchos
co-sembradores, oiremos muchos lamentos y pocas alegrías. Es muy frecuente que
catequistas, enseñantes y predicadores, nos lamentemos porque después de muchas
semanas, puede que años, sembrando, no vemos brotar las semillas, no llegamos a
ver las cosechas y el desánimo termina adueñándose de nosotros.
Nos falta fe en lo que hacemos. Somos
ayudantes del Sembrador, labradores vicarios cuya misión no es recoger la
cosecha, sino sembrar con la fe suficiente para saber que, si hemos plantado
una buena semilla, ésta germinará en lo oculto y un día brotará y dará fruto.
Dios cuida la semilla, pone el agua y el sol para hacerla fecunda. No nos
corresponde forzar la germinación de la semilla, sino sembrarla y esperar,
seguros, que un día, el dueño de la mies podrá recogerla, y el Reino de Dios
comenzará a vivir entre nosotros.
Es posible que estemos pensando en el
Reino de Dios como en un ente extraño, ajeno a nosotros y estamos equivocados.
Nosotros, cada uno de nosotros, somos piedras vivas de ese Reino. El triunfo
del Reino no vendrá dado desde fuera, porque no hay tal reino ajeno al hombre,
sino que está construido, fundamentado en Dios, con cada uno de nosotros.
No debemos quejarnos porque no vemos
germinar las semillas plantadas. Cada uno de nosotros somos el resultado de una
semilla que germinó y de nosotros depende crecer como la mostaza hasta ser
refugio y protección para que los frutos de otras semillas puedan crecer,
fortalecerse y crecer a su vez hasta hacerse refugio y protección de una
generación posterior, haciendo que día a día, uno a uno, todos unidos, hagamos
presente en este mundo el Reino de Dios.
D. Félix García O.P.
Fraternidad de Laicos Dominicos de Viveiro (Lugo)
Fraternidad de Laicos Dominicos de Viveiro (Lugo)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/1-2-2019/
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