“La
función del hospital es curar a la gente, pero existe el peligro de olvidarse
que la medicina más importante solamente una familia puede dar: ¡las caricias!
Una medicina muy costosa porque para tenerla hay que esforzarse y poner el
corazón y todo el amor”. Estas fueron las palabras que dirigió el Papa Francisco a inicios de esta semana a un grupo de jóvenes internados en el
Hospital pediátrico ‘Bambino Gesú’ de Roma.
Después
de tomarse las fotografías de ocasión, los jóvenes le entregaron una tarjeta en
la que escribieron: “Querido Francisco, gracias de habernos recibido, estamos
contentos de estar aquí porque nos infundes esperanza y ánimo para el mañana.
¡Te queremos mucho, gracias!, los jóvenes del Bambino Gesú”. El Santo Padre lo
leyó y les agradeció la dedicatoria.
En
su discurso, el Santo Padre recordó la visita anterior en la que le presentaron
uno a uno a los jóvenes: “Percibí que más que un hospital esto es una familia y
que era más importante el nombre de la persona que su enfermedad, que se mencionaba
al final, como un accidente, como algo secundario”.
El
Papa agregó que entrar en un hospital provoca siempre miedo, pues se da cuenta
cuando se acerca a algunos pequeños, que al verlo de blanco piensan que es un
médico que los vacuna y se ponen a llorar, pero cuando sienten dos caricias se
tranquilizan. Y dijo que si bien la función del hospital es curar a la gente,
“existe el peligro de olvidar la medicina más importante que solamente una
familia puede dar: ¡las caricias!, que es una medicina muy costosa porque para
tenerla hay que esforzarse y poner el corazón y todo el amor.
“Así
el hospital se vuelve una familia y un testimonio humano. Es un hospital
católico para ser católico antes hay que ser humano, y ustedes dan testimonio
humano, hoy, concluyó.
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