Texto del Evangelio (Jn 3,31-36): El que viene de arriba está por encima
de todos: el que es de la tierra, es de la tierra y habla de la tierra. El que
viene del cielo, da testimonio de lo que ha visto y oído, y su testimonio nadie
lo acepta. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. Porque
aquel a quien Dios ha enviado habla las palabras de Dios, porque da el Espíritu
sin medida. El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano. El que cree en el
Hijo tiene vida eterna; el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida, sino
que la cólera de Dios permanece sobre él.
Comentario: Rev. D. Melcior QUEROL i Solà (Ribes de Freser,
Girona, España).
«El
que cree en el Hijo tiene vida eterna»
Hoy,
el Evangelio nos invita a dejar de ser “terrenales”, a dejar de ser hombres que
sólo hablan de cosas mundanas, para hablar y movernos como «el que viene de
arriba» (Jn 3,31), que es Jesús. En este texto vemos —una vez más— que en la
radicalidad evangélica no hay término medio. Es necesario que en todo momento y
circunstancia nos esforcemos por tener el pensamiento de Dios, ambicionemos
tener los mismos sentimientos de Cristo y aspiremos a mirar a los hombres y las
circunstancias con la misma mirada del Verbo hecho hombre. Si actuamos como “el
que viene de arriba” descubriremos el montón de cosas positivas que pasan
continuamente a nuestro alrededor, porque el amor de Dios es acción continua a
favor del hombre. Si venimos de lo alto amaremos a todo el mundo sin excepción,
siendo nuestra vida una tarjeta de invitación para hacer lo mismo.
«El
que viene de arriba está por encima de todos» (Jn 3,31), por esto puede servir
a cada hombre y a cada mujer justo en aquello que necesita; además «da
testimonio de lo que ha visto y oído» (Jn 3,32). Y su servicio tiene el sello
de la gratuidad. Esta actitud de servir sin esperar nada a cambio, sin
necesitar la respuesta del otro, crea un ambiente profundamente humano y de
respeto al libre albedrío de la persona; esta actitud se contagia y los otros
se sienten libremente movidos a responder y actuar de la misma manera.
Servicio
y testimonio siempre van juntos, el uno y el otro se identifican. Nuestro mundo
tiene necesidad de aquello que es auténtico: ¿qué más auténtico que las
palabras de Dios?, ¿qué más auténtico que quien «da el Espíritu sin medida» (Jn
3,34)? Es por esto que «el que acepta su testimonio certifica que Dios es
veraz» (Jn 3,33).
“Creer
en el Hijo” quiere decir tener vida eterna, significa que el día del Juicio no
pesa encima del creyente porque ya ha sido juzgado y con un juicio favorable;
en cambio, «el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la cólera
de Dios permanece sobre él» (Jn 3,36)..., mientras no crea.
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