Texto del Evangelio (Mc 6,30-34): En aquel tiempo, los Apóstoles se
reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían
enseñado. Él, entonces, les dice: «Venid también vosotros aparte, a un lugar
solitario, para descansar un poco». Pues los que iban y venían eran muchos, y
no les quedaba tiempo ni para comer. Y se fueron en la barca, aparte, a un
lugar solitario. Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta; y fueron
allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos. Y al
desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como
ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.
Comentario: Rev. D. David COMPTE i Verdaguer (Manlleu,
Barcelona, España).
«‘Venid
también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco’. Pues
los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo»
Hoy,
el Evangelio nos plantea una situación, una necesidad y una paradoja que son
muy actuales.
Una
situación. Los Apóstoles están “estresados”: «Los que iban y venían eran
muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer» (Mc 6,30). Frecuentemente
nosotros nos vemos abocados al mismo trasiego. El trabajo exige buena parte de
nuestras energías; la familia, donde cada miembro quiere palpar nuestro amor;
las otras actividades en las que nos hemos comprometido, que nos hacen bien y,
a la vez, benefician a terceros... ¿Querer es poder? Quizá sea más razonable
reconocer que no podemos todo lo que quisiéramos.
Una
necesidad. El cuerpo, la cabeza y el corazón reclaman un derecho: descanso. En
estos versículos tenemos un manual, frecuentemente ignorado, sobre el descanso.
Ahí destaca la comunicación. Los Apóstoles «le contaron todo lo que habían
hecho» (Mc 6,30). Comunicación con Dios, siguiendo el hilo de lo más profundo
de nuestro corazón. Y —¡qué sorpresa!— encontramos a Dios que nos espera. Y
espera encontrarnos con nuestros cansancios.
Jesús
les dice: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar
un poco» (Mc 6,31). ¡En el plan de Dios hay un lugar para el descanso! Es más,
nuestra existencia, con todo su peso, debe descansar en Dios. Lo descubrió el
inquieto Agustín: «Nos has creado para ti y nuestro corazón está inquieto hasta
que no descanse en ti». El reposo de Dios es creativo; no “anestésico”: toparse
con su amor centra nuestro corazón y nuestros pensamientos.
Una
paradoja. La escena del Evangelio acaba “mal”: los discípulos no pueden
reposar. El plan de Jesús fracasa: son abordados por la gente. No han podido
“desconectar”. Nosotros, con frecuencia, no podemos liberarnos de nuestras
obligaciones (hijos, cónyuge, trabajo...): ¡sería como traicionarnos! Se impone
encontrar a Dios en estas realidades. Si hay comunicación con Dios, si nuestro
corazón descansa en Él, relativizaremos tensiones inútiles... y la realidad
—desnuda de quimeras— mostrará mejor la impronta de Dios. En Él, allí, hemos de
reposar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario