Lectura
del santo evangelio según san Juan 3, 16-18
Tanto
amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él
no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque
Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo
se salve por él.
El
que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha
creído en el nombre del Unigénito de Dios.
Pautas para la homilía
En
esta Solemnidad celebramos que Dios no es un ser ocioso que se limita a
observar desde el cielo lo que pasa aquí abajo, ni es una especie de máquina
que hace que el mundo funcione, ni mucho menos es un personaje imaginario
creado por el ser humano. Todo lo contrario, hoy celebramos que Dios es
Trinidad y se hace presente aquí y ahora.
Pues
bien, para hablar correctamente sobre la Trinidad, la Iglesia nos dice que hay
al menos dos formas de hacerlo: una es desde el saber teológico y la otra desde
la experiencia mística.
Teológicamente
hablando, la Santísima Trinidad es un solo Dios que, teniendo una sola
naturaleza, son tres Personas que se despliegan en la Historia de la Salvación.
Ésta consiste, básicamente, en que Dios Padre creó el mundo, pero este cayó en
el pecado debido a que el ser humano no hizo un buen uso de su libertad; por
ello Dios Padre envió a su Hijo para anunciar el camino de la salvación y para
vencer al pecado muriendo en la Cruz y resucitando a una vida nueva; y después,
el Padre y el Hijo, como fruto de su amor, enviaron su Espíritu para hacerse
presente en medio del mundo –y dentro de nuestro corazón–, ayudándonos a caminar
hacia la resurrección.
La
teología es el modo como el ser humano, con su limitado conocimiento, habla de
una forma razonable de Dios, que es infinito y perfecto. Así, en los pasajes
del libro de Daniel, de la segunda carta a los Corintios y del Evangelio según
san Juan, hemos escuchado cómo se nos habla teológicamente de las personas de
la Trinidad, describiendo algunas de sus cualidades y de sus acciones en la
Historia de la Salvación.
La
otra forma de hablar de la Santísima Trinidad es por medio de la experiencia
mística. Y es así como lo hace el pasaje del Éxodo. Nos dice que, de madrugada,
Moisés subió al monte Sinaí con las tablas de la ley y que Dios bajó en la nube
y se quedó con él. Es decir, Moisés hizo el esfuerzo ascético de ascender hacia
Dios, y lo hizo guiado por los Diez Mandamientos, esto es, por la voluntad
divina; y Dios, por su parte, descendió y lo rodeó con la nube, la cual es un
modo bíblico de hablarnos del misterio divino.
En
efecto, todos tenemos la experiencia de haber caminado dentro de una nube, es
decir, en medio de la niebla, en la cual no vemos apenas nada y nos sentimos
desorientados. Por eso la nube simboliza el misterio de Dios. Esa es la
vivencia mística de Moisés, que experimentó pasivamente cómo Dios le envolvía y
le abrazaba con su infinitud. ¿Y cómo reaccionó Moisés?: primero sintió la
compasión y la misericordia de Dios y, acto seguido, Moisés intercedió por su
pueblo, para que Dios le perdone y permanezca junto a él.
¿Qué
nos dice esto acerca de la Trinidad? Si nos fijamos, este pasaje revela que
Dios es ante todo un misterio que nos supera infinitamente, pero es un misterio
que vela por nosotros desde el Cielo, como Dios Padre; es un misterio que nos
ama misericordiosamente, como Dios Hijo; y es un misterio que ha bajado para
morar ahora en este mundo –y dentro de nosotros–, como Dios Espíritu Santo.
Efectivamente,
la Trinidad no es una mera teoría teológica sino algo muy real que
experimentamos interiormente y compartimos comunitariamente. Y así, los
miembros de la comunidad cristiana sentimos, como el profeta Daniel, que Dios
está sentado en su trono celestial, rodeado por ángeles, y desde ahí sondea el
abismo de nuestro corazón y los abismos de la historia humana.
También
sentimos comunitariamente, junto a san Pablo, que Dios Padre es una fuente de
amor y de paz, que su Hijo nos llena con su gracia y que el Espíritu nos une
con su comunión. Y todo eso nos mueve a experimentar una gran alegría.
Y
sabemos, con el Evangelio según san Juan, que Jesús no fue enviado por el Padre
para juzgarnos sino para salvarnos, por ello murió por nosotros en la Cruz. Y
Jesús nos dice que quien cree en Él se salva. Obviamente, no se refiere a creer
superficialmente, como quien se cree lo que escucha en un programa de
televisión, sino a creer en Él profundamente, haciéndolo vida, siendo coherente
con el Evangelio. Y eso sólo se consigue cuando compartimos nuestra fe con el
resto de la Iglesia.
Y
así, nuestro modo de ver la realidad queda marcado por nuestra vivencia de la
Santísima Trinidad, de tal forma que vemos el mundo como la obra de Dios Padre,
compartimos con otras personas nuestro seguimiento de Jesús y sentimos en el
fondo de nuestro corazón al Espíritu Santo.
Eso
es lo que hoy celebramos: que Dios, teniendo una sola naturaleza divina, son
tres Personas íntimamente unidas, con las que Él abarca todas las dimensiones
de nuestro ser, de nuestra vida y de nuestro mundo. Esto es, ciertamente, un
misterio, pero es un misterio salvador.
Fray
Julián de Cos Pérez de Camino
Convento de San Esteban (Salamanca)
Dominicos liturgia: La Santísima Trinidad
Convento de San Esteban (Salamanca)
Dominicos liturgia: La Santísima Trinidad
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