jueves, 11 de junio de 2020

Esta rodilla, que no deja respirar


George Floyd: Los antecedentes de los policías involucrados en la ...

Georg Floyd murió asfixiado. No por la falta de un balón de oxígeno. Sino porque tenía una rodilla sobre su cuello. Imploró 16 veces al policía: “No puedo respirar”. Pero la rodilla no se movió. Era la rodilla de un policía blanco en Minneapolis/EEUU. Georg Floyd no había hecho nada. No estaba armado. Estaba en el sitio equivocado en el momento equivocado. Era negro. En EEUU cada día muere un negro en manos de un policía blanco. Es el racismo de cada día. Y no solo en EEUU.

Esa rodilla, que no deja respirar al otro puede ser la mía, puede ser la tuya. Cuando juzgamos a los pobres en vez de ayudarlos. Cuando presionamos o manipulamos a la gente. Cuando los matamos con rumores, chismes, falsas noticias. Cuando usamos nuestro poder en contra del otro.
La muerte de un inocente no debe de ser causa de nueva violencia. Debe de cuestionar nuestra humanidad y nuestra sociedad. Si no mejoramos nuestra actitud la sociedad se asfixiará. Jesús no da una gran enseñanza:
Un samaritano que va de camino llega a donde está, lo ve y se compadece. Le echa aceite y vino en las heridas y se las venda. Después lo monta en su cabalgadura y lo conduce a una posada y lo cuida. Al día siguiente saca dos monedas, se las da al dueño de la posada y la encarga: Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a la vuelta… Ve y haz tú lo mismo (Lc 10,25-37).
P. Reinaldo Nann, obispo

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