miércoles, 31 de enero de 2018

Evangelio del día (31-01-2018)

Lectura del Santo Evangelio según San Marcos 6,1-6
En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada:
-« ¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?»
Y esto les resultaba escandaloso. Jesús les decía:
-«No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.»
No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

Reflexión del Evangelio de hoy

Ahora, Señor, perdona la culpa de tu siervo
En este pasaje del libro de Samuel vemos, como en tantos momentos de la historia del Pueblo de Israel, cómo Dios muestra su misericordia.
El rey David reconoce que ha obrado mal, y se dirige a Dios para pedir perdón y que caiga sobre él el castigo divino.
Y Dios nuevamente se muestra misericordioso con el rey y con su pueblo.
Nosotros somos humanos, y por lo tanto tenemos la posibilidad de ofender a Dios con nuestras acciones, con nuestras omisiones de acción y con nuestros pensamientos. Muchas veces somos inconscientes de esta realidad en la relación con nuestros hermanos. Y, ¡cuánto nos cuesta reconocer y aceptar que nos hemos equivocado, que hemos obrado a espaldas de Dios y los hombres, y que nuestras acciones han podido separarnos de Dios!
Sin embargo, este es el primer paso para poder recibir la misericordia de Dios: reconocer nuestro pecado.
El segundo paso es pedir perdón, igual o más difícil que el primero. Nos cuesta mucho porque el orgullo, la falta de humildad, nuestro egoísmo, el creernos perfectos… nos dificulta dar este paso. Pero, ¡qué libre se queda el alma cuando somos capaces de “pedir perdón”, no solo a Dios, sino también a nuestros hermanos!
Sabemos que Dios nos escucha siempre y que nos da toto lo que necesitamos, pero hemos de pedírselo. La oración insistente será siempre escuchada, y la petición de perdón siempre tendrá respuesta de Dios en su inmensa misericordia.
Dios siempre nos perdona con tal de que reconozcamos nuestro error y acudamos a Él con humildad.
Nadie es profeta en su tierra
Marcos nos plantea una situación que vivió Jesús al inicio de su vida pública. Situación en la que vemos que sus propios conciudadanos y parientes desprecian las enseñanzas y virtudes de Jesús.
“Nadie es profeta en su tierra”, nos dice el pasaje. Y nosotros… ¿sabemos reconocer y valorar a los “profetas” de hoy en día?
¡Cuánta gente a nuestro alrededor está dando su tiempo, parte de su hacienda, su vida… por los demás!, y ¡cuántas veces nos cuesta reconocerlos como tales! Nos es más fácil justificar sus actos intentando desprestigiarlos. ¿Por qué actuamos así? ¿Quizá por envidia? ¿Quizá por vergüenza? ¿Quizá porque creemos que subestimando al otro ensalzamos nuestras “no acciones”?
Miremos este pasaje… ¿queremos seguir siendo como estos vecinos y parientes?
Sepamos reconocer a los profetas de nuestro tiempo, a los que se desgastan intentando dar un techo a los que no lo tienen; ayudando a tener una vida digna a los que están solos, a los ancianos; a los que ayudan a salir adelante a las madres que quieren tener a su hijo; a los que trabajan por ayudar a los inmigrantes; y más cerca de nosotros a los que dedican tiempo a los demás.
Si no somos capaces de actuar, sí sepamos reconocer la mano de Dios en ellos, y ante todo y sobre todo: oremos.

Dña. Rosa María García O.P. y D. José Llópez O.P.
Fraternidad Laical de Santo Domingo de Torrent, Valencia.

https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/31-1-2018/

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