1. Editorial
Cuaresma
significa 40. Son cuarenta días desde el miércoles de ceniza hasta la semana
santa. 40 días estaba Noé en el arca y 40 días estaba Jesús en el desierto. Y
hoy es el primer domingo de cuaresma, tiempo de conversión y penitencia. Este
tiempo de la pandemia es también un tiempo prolongado de conversión y
penitencia. Sufrimos para engendrar un mundo nuevo, un mundo que vuelve a Dios
y al amor al prójimo como su centro. El mundo viejo está en cenizas, el hombre
viejo está en cenizas, que viva nuestra conversión al hombre nuevo.
Su Obispo P. Reinaldo Nann
2. Celebración
Canto
de entrada:
Al recibir la ceniza en la frente https://youtu.be/rpNDe40lXAk
En
el nombre…
Pedimos Perdón al Señor por nuestros pecados…
Oración:
Dios
todopoderoso, por medio de las prácticas cuaresmales concédenos progresar en el
conocimiento del misterio de Cristo y conseguir sus frutos con una sincera
conversión. Por Jesucristo, nuestro Señor. R./ Amen.
Lectura
del libro del Genesis 9,8-15
Y
Dios siguió diciendo a Noé y a sus hijos: “Además, yo establezco mi alianza con
ustedes, con sus descendientes, y con todos los seres vivientes que están con
ustedes: con los pájaros, el ganado y las fieras salvajes; con todos los
animales que salieron del arca, en una palabra, con todos los seres vivientes
que hay en la tierra. Yo estableceré mi alianza con ustedes: los mortales ya no
volverán a ser exterminados por las aguas del Diluvio, ni habrá otro Diluvio
para devastar la tierra”. Dios añadió: “Este será el signo de la alianza que
establezco con ustedes, y con todos los seres vivientes que los acompañan, para
todos los tiempos futuros: yo pongo mi arco en las nubes, como un signo de mi
alianza con la tierra. Cuando cubra de nubes la tierra y aparezca mi arco entre
ellas, me acordaré de mi alianza con ustedes y con todos los seres vivientes, y
no volverán a precipitarse las aguas del Diluvio para destruir a los mortales. Palabra
de Dios. R./ Te alabamos Señor.
Salmo
24 : R/ Tus sendas, Señor, son misericordia y lealtad.
-
Muéstrame,
Señor, tus caminos, enséñame tus senderos. / Guíame por el camino de tu
fidelidad; enséñame, porque tú eres mi Dios y mi salvador.
-
Acuérdate,
Señor, de tu compasión y de tu amor, porque son eternos. / No recuerdes los pecados
ni las rebeldías de mi juventud: por tu bondad, Señor, acuérdate de mi según tu
fidelidad
-
El Señor es bondadoso y recto: por eso
muestra el camino a los extraviados; / él guía a los humildes para que obren
rectamente y enseña su camino a los pobres.
Lectura de la
primera carta del apóstol San Pedro 3,18-22
Cristo murió una vez por nuestros
pecados –siendo justo, padeció por los injustos– para llevarnos a Dios.
Entregado a la muerte en su carne, fue vivificado en el Espíritu. Y entonces fue a hacer su anuncio a los espíritus
que estaban prisioneros, la los que se resistieron a creer cuando Dios esperaba
pacientemente, en los días en que Noé construía el arca. En ella, unos pocos
–ocho en total– se salvaron a través del agua.
Todo esto es figura del bautismo, por el que ahora ustedes son salvados,
el cual no consiste en la supresión de una mancha corporal, sino que es el
compromiso con Dios de una conciencia pura, por la resurrección de Jesucristo,
que está a la derecha de Dios, después de subir al cielo y de habérsele
sometido los Ángeles, las Dominaciones y las Potestades. Palabra de Dios. R./ Te alabamos Señor
Lectura del santo
evangelio según San Marcos 1,12-15
En seguida el Espíritu lo llevó al
desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre las
fieras, y los ángeles lo servían. Después que Juan fue arrestado, Jesús se
dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: «El
tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la
Buena Noticia». Palabra del Señor. R./Gloria
a ti, Señor Jesús.
Reflexión: Pueden leer el
mensaje del Papa Francisco para la cuaresma (está al final en noticias)
Credo
Creo
en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.
Creo
en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y
gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder
de Poncio Pilato - fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los
infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y
está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a
juzgar a vivos y muertos.
Creo
en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el
perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.
Peticiones
Cada
miembro de la familia puede hacer una petición a Dios
Padre
Nuestro
Comunión
espiritual
Oración:
Cristo
Resucitado, ante esta pandemia nos hemos sentido como las mujeres ante la tumba
de Jesús: tristes y desvalidos. ¿Quién nos moverá la piedra de la tumba? ¡Y
vienes tu Señor diciéndonos “Alégrense!” Ya no estás muerto, has resucitado.
Queremos ver a un Perú resucitando de la pandemia. A un Peru que se levanta de
esta tumba de la muerte. A un Peru solidario, que recupera su esperanza y
empiece a respirar. Señor, aumenta nuestra fe, esperanza y caridad. Haznos
soñar un nuevo Perú, que se levanta de la tumba a la vida. Dios de la vida y de
la resurrección, ayúdanos a resucitar ahora. Amen.
Bendición de los Padres a sus hijos
Canto
final: Danos
un corazón https://youtu.be/E9UGcDefG_M
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Noticias
Lunes
22.2.: La cátedra de San Pedro
MENSAJE DEL SANTO
PADRE FRANCISCO PARA LA CUARESMA 2021
«Mirad, estamos
subiendo a Jerusalén...» (Mt 20,18). Cuaresma: un tiempo para renovar la fe, la
esperanza y la caridad.
Queridos hermanos y
hermanas:
Cuando Jesús
anuncia a sus discípulos su pasión, muerte y resurrección, para cumplir con la
voluntad del Padre, les revela el sentido profundo de su misión y los exhorta a
asociarse a ella, para la salvación del mundo. Recorriendo el camino cuaresmal,
que nos conducirá a las celebraciones pascuales, recordemos a Aquel que «se
humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz» (Flp
2,8). En este tiempo de conversión renovemos nuestra fe, saciemos nuestra sed
con el “agua viva” de la esperanza y recibamos con el corazón abierto el amor
de Dios que nos convierte en hermanos y hermanas en Cristo. En la noche de
Pascua renovaremos las promesas de nuestro Bautismo, para renacer como hombres
y mujeres nuevos, gracias a la obra del Espíritu Santo. Sin embargo, el
itinerario de la Cuaresma, al igual que todo el camino cristiano, ya está bajo
la luz de la Resurrección, que anima los sentimientos, las actitudes y las
decisiones de quien desea seguir a Cristo.
El ayuno, la oración
y la limosna, tal como los presenta Jesús en su predicación (cf. Mt 6,1-18),
son las condiciones y la expresión de nuestra conversión. La vía de la pobreza
y de la privación (el ayuno), la mirada y los gestos de amor hacia el hombre
herido (la limosna) y el diálogo filial con el Padre (la oración) nos permiten
encarnar una fe sincera, una esperanza viva y una caridad operante.
1.
La fe nos llama a acoger la Verdad y a ser testigos, ante Dios y ante nuestros
hermanos y hermanas.
En este tiempo de
Cuaresma, acoger y vivir la Verdad que se manifestó en Cristo significa ante
todo dejarse alcanzar por la Palabra de Dios, que la Iglesia nos transmite de
generación en generación. Esta Verdad no es una construcción del intelecto,
destinada a pocas mentes elegidas, superiores o ilustres, sino que es un
mensaje que recibimos y podemos comprender gracias a la inteligencia del corazón,
abierto a la grandeza de Dios que nos ama antes de que nosotros mismos seamos
conscientes de ello. Esta Verdad es Cristo mismo que, asumiendo plenamente
nuestra humanidad, se hizo Camino —exigente pero abierto a todos— que lleva a
la plenitud de la Vida.
El ayuno vivido
como experiencia de privación, para quienes lo viven con sencillez de corazón
lleva a descubrir de nuevo el don de Dios y a comprender nuestra realidad de
criaturas que, a su imagen y semejanza, encuentran en Él su cumplimiento.
Haciendo la experiencia de una pobreza aceptada, quien ayuna se hace pobre con
los pobres y “acumula” la riqueza del amor recibido y compartido. Así entendido
y puesto en práctica, el ayuno contribuye a amar a Dios y al prójimo en cuanto,
como nos enseña santo Tomás de Aquino, el amor es un movimiento que centra la
atención en el otro considerándolo como uno consigo mismo (cf. Carta enc.
Fratelli tutti, 93).
La Cuaresma es un
tiempo para creer, es decir, para recibir a Dios en nuestra vida y permitirle“poner
su morada” en nosotros (cf. Jn 14,23). Ayunar significa liberar nuestra
existencia de todo lo que estorba, incluso de la saturación de informaciones —verdaderas
o falsas— y productos de consumo, para abrir las puertas de nuestro corazón a
Aquel que viene a nosotros pobre de todo, pero «lleno de gracia y de verdad»
(Jn 1,14): el Hijo de Dios Salvador.
2.
La esperanza como “agua viva” que nos permite continuar nuestro camino
La samaritana, a
quien Jesús pide que le dé de beber junto al pozo, no comprende cuando Él le
dice que podría ofrecerle un «agua viva» (Jn 4,10). Al principio, naturalmente,
ella piensa en el agua material, mientras que Jesús se refiere al Espíritu
Santo, aquel que Él dará en abundancia en el Misterio pascual y que infunde en
nosotros la esperanza que no defrauda. Al anunciar su pasión y muerte Jesús ya
anuncia la esperanza, cuando dice: «Y al tercer día resucitará» (Mt 20,19). Jesús
nos habla del futuro que la misericordia del Padre ha abierto de par en par.
Esperar con Él y gracias a Él quiere decir creer que la historia no termina con
nuestros errores, nuestras violencias e injusticias, ni con el pecado que
crucifica al Amor. Significa saciarnos del perdón del Padre en su Corazón
abierto.
En el actual
contexto de preocupación en el que vivimos y en el que todo parece frágil e
incierto, hablar de esperanza podría parecer una provocación. El tiempo de
Cuaresma está hecho para esperar, para volver a dirigir la mirada a la
paciencia de Dios, que sigue cuidando de su Creación, mientras que nosotros a
menudo la maltratamos (cf. Carta enc. Laudato si’, 32-33;43-44). Es esperanza
en la reconciliación, a la que san Pablo nos exhorta con pasión: «Os pedimos
que os reconciliéis con Dios» (2 Co 5,20). Al recibir el perdón, en el
Sacramento que está en el corazón de nuestro proceso de conversión, también
nosotros nos convertimos en difusores del perdón: al haberlo acogido nosotros,
podemos ofrecerlo, siendo capaces de vivir un diálogo atento y adoptando un
comportamiento que conforte a quien se encuentra herido. El perdón de Dios,
también mediante nuestras palabras y gestos, permite vivir una Pascua de
fraternidad.
En la Cuaresma,
estemos más atentos a «decir palabras de aliento, que reconfortan, que
fortalecen, que consuelan, que estimulan», en lugar de «palabras que humillan,
que entristecen, que irritan, que desprecian» (Carta enc. Fratelli tutti [FT],
223). A veces, para dar esperanza, es suficiente con ser «una persona amable,
que deja a un lado sus ansiedades y urgencias para prestar atención, para
regalar una sonrisa, para decir una palabra que estimule, para posibilitar un
espacio de escucha en medio de tanta indiferencia» (ibíd., 224).
En el recogimiento
y el silencio de la oración, se nos da la esperanza como inspiración y luz
interior, que ilumina los desafíos y las decisiones de nuestra misión: por esto
es fundamental recogerse en oración (cf. Mt 6,6) y encontrar, en la intimidad,
al Padre de la ternura.
Vivir una Cuaresma
con esperanza significa sentir que, en Jesucristo, somos testigos del tiempo
nuevo, en el que Dios “hace nuevas todas las cosas” (cf. Ap 21,1-6). Significa
recibir la esperanza de Cristo que entrega su vida en la cruz y que Dios
resucita al tercer día, “dispuestos siempre para dar explicación a todo el que
nos pida una razón de nuestra esperanza” (cf. 1 P 3,15).
3.
La caridad, vivida tras las huellas de Cristo, mostrando atención y compasión
por cada persona, es la expresión más alta de nuestra fe y nuestra esperanza.
La caridad se
alegra de ver que el otro crece. Por este motivo, sufre cuando el otro está
angustiado: solo, enfermo, sin hogar, despreciado, en situación de necesidad…
La caridad es el impulso del corazón que nos hace salir de nosotros mismos y
que suscita el vínculo de la cooperación y de la comunión.
«A partir del “amor
social” es posible avanzar hacia una civilización del amor a la que todos
podamos sentirnos convocados. La caridad, con su dinamismo universal, puede
construir un mundo nuevo, porque no es un sentimiento estéril, sino la mejor
manera de lograr caminos eficaces de desarrollo para todos» (FT, 183).
La caridad es don
que da sentido a nuestra vida y gracias a este consideramos a quien se ve
privado de lo necesario como un miembro de nuestra familia, amigo, hermano. Lo
poco que tenemos, si lo compartimos con amor, no se acaba nunca, sino que se
transforma en una reserva de vida y de felicidad. Así sucedió con la harina y
el aceite de la viuda de Sarepta, que dio el pan al profeta Elías (cf. 1 R
17,7-16); y con los panes que Jesús bendijo, partió y dio a los discípulos para
que los distribuyeran entre la gente (cf. Mc 6,30-44). Así sucede con nuestra
limosna, ya sea grande o pequeña, si la damos con gozo y sencillez.
Vivir una Cuaresma
de caridad quiere decir cuidar a quienes se encuentran en condiciones de
sufrimiento, abandono o angustia a causa de la pandemia de COVID-19. En un
contexto tan incierto sobre el futuro, recordemos la palabra que Dios dirige a
su Siervo: «No temas, que te he redimido» (Is 43,1), ofrezcamos con nuestra
caridad una palabra de confianza, para que el otro sienta que Dios lo ama como
a un hijo.
«Sólo con una
mirada cuyo horizonte esté transformado por la caridad, que le lleva a percibir
la dignidad del otro, los pobres son descubiertos y valorados en su inmensa
dignidad, respetados en su estilo propio y en su cultura y, por lo tanto,
verdaderamente integrados en la sociedad» (FT, 187).
Queridos hermanos y
hermanas: Cada etapa de la vida es un tiempo para creer, esperar y amar. Este
llamado a vivir la Cuaresma como camino de conversión y oración, y para
compartir nuestros bienes, nos ayuda a reconsiderar, en nuestra memoria
comunitaria y personal, la fe que viene de Cristo vivo, la esperanza animada
por el soplo del Espíritu y el amor, cuya fuente inagotable es el corazón
misericordioso del Padre.
Que María, Madre
del Salvador, fiel al pie de la cruz y en el corazón de la Iglesia, nos
sostenga con su presencia solícita, y la bendición de Cristo resucitado nos
acompañe en el camino hacia la luz pascual.
Roma, San Juan de Letrán, 11 de noviembre
de 2020, memoria de san Martín de Tours. Francisco
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