domingo, 19 de junio de 2011

Devoción: La Santísima Trinidad


Lo original de esta fiesta, es honrar específicamente a Dios, sin tener como motivo un acontecimiento salvífico, ni la memoria de un santo.

La devoción a la Santísima Trinidad se inició en el siglo X, y a partir de esta época se fue difundiendo también su fiesta litúrgica, entrando en el calendario romano en 1331. Si bien desde el comienzo del cristianismo la oración litúrgica se ha dirigido al Padre, por mediación del Hijo y en el Espíritu Santo, y el mismo Jesús habló de Dios como una comunión de amor y manifestó el misterio de las tres divinas personas, lo original de esta fiesta es honrar específicamente a Dios sin tener como motivo un acontecimiento salvífico, ni la memoria de un santo. Tal como dice la oración colecta, se trata de "profesar la fe verdadera, conocer la gloria de la eterna Trinidad y adorar su unidad todopoderosa".

A lo largo de tres ciclos de lecturas, las primeras (del AT) nos hablan de la revelación del Dios único de Israel; los Evangelios proclaman las palabras de Jesús en las que se refiere al Padre, se manifiesta a sí mismo como el Hijo igual a Él y anuncia el envío del Espíritu Santo.

Por último, las lecturas apostólicas recogen la experiencia profunda de la filiación divina adoptiva, por la que los cristianos pueden conocer el amor del Padre, la gracia que manifiesta y comunica el Dios y hombre Jesucristo, y la comunión del Espíritu Santo, vínculo de unidad en la intimidad de Dios y en la comunidad eclesial. La antigua ley hispánica, en los siglos V al VII, enseñó magníficamente la fe trinitaria, sobre todo en los Concilios de Toledo, y de su liturgia procede el prefacio propio de esta solemnidad. Es consolador saber que nuestro Dios es "uno solo, pero no solitario" (Concilio VI de Toledo, año 638), amor puro que sólo busca darse de forma creadora y llevarnos a participar de su unidad vital eterna.

Fuente: Catholic.net

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