Hoy reina el silencio en toda la creación: Jesús yace
muerto en el sepulcro. No hay celebraciones en los templos católicos: Dios —el
Creador— realmente ha muerto por sus criaturas. ¡Misterio en el misterio!, ante
el cual debemos postrarnos en actitud de adoración y sumisión.
En Belén, un Dios "con" y "en"
pañales; en Getsemaní, un Dios estresado, hasta sudar sangre; en Jerusalén, un
Dios juzgado, escarnecido y coronado de espinas; en la Cruz, un Dios muerto.
Para amar hay que perderse: Dios —llegada la hora extrema, dispuesta por Él
mismo— ha "perdido" la vida. Ninguna otra religión, nunca jamás,
había predicado un hecho semejante. No hay otro "Dios" tan loco de
amor como Jesucristo.
—Santa María, Madre de Dolores: perdónanos. Tú cuidaste a
Jesús durante más de treinta años. Pero cuando cae en manos de los hombres,
apenas ha durado vivo unas doce horas... Ahora, milagrosamente, le tenemos
—sufrido, muerto y resucitado— en la Eucaristía. ¡Mi vida será cuidarle!
Comentario: Rev. D. Antoni CAROL i Hostench
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España).
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