Patrono de las entidades de caridad
SEPTIEMBRE 26, 2019 09:00TESTIMONIOS DE LA FE
«Fundador de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la
Caridad. Considerado en Francia padre de la patria, fue proclamado por León
XIII patrono de todas las entidades católicas de caridad»
Zenit trae
hoy a este heraldo de la caridad cristiana marcado por la pobreza familiar
desde que tuvo uso de razón. Nació en la pequeña población francesa de
Ranquine, anexa a Pouy, hacia 1580 o 1581. Fue el tercero de seis vástagos. En
su niñez trabajó cuidando el ganado para ayudar a los suyos. Nunca renegó de su
condición y así lo reconocía ante quienes, siendo ya un virtuoso sacerdote,
sembraban alabanzas a su paso. Además de su
inclinación a los menesterosos, y de signos precoces de piedad, tenía una
inteligencia despierta, y fue enviado a estudiar con los franciscanos de Dax.
Aspiraba al sacerdocio, que era una vía para hallar un futuro más halagüeño que
el que le aguardaba, dada su humilde procedencia, aunque pensaba también en
ayudar económicamente a su familia. Sus cualidades le permitieron ascender
progresivamente.
Estudió
teología en Toulouse, aunque algunas materias las cursó en Zaragoza, y fue
ordenado sacerdote en 1600. Pasado el tiempo, evocando ese momento de su vida,
manifestó: «Si yo hubiera sabido, como lo he sabido después, lo
que era el sacerdocio, cuando cometí la temeridad de aceptarlo, habría
preferido dedicarme a trabajar la tierra antes de ingresar en un estado tan
temible». Declinó la parroquia que le ofreció el prelado de Dax, y
eligió el estudio que le proporcionaba la posibilidad de escalar nuevos
peldaños logrando su objetivo de ser obispo.
Flamante
doctor en teología en 1604, de la noche a la mañana supo que había heredado un
capital legado por una anciana. Pero había caído en manos de un desaprensivo, y
lo persiguió en Burdeos y Marsella. Recuperó solo una parte, y al regresar a
Toulouse, hallándose en Carbona, fue apresado por los turcos y destinado a
Túnez como esclavo. Curioso destino el de este santo que, aspirando a otras
glorias, fue exhibido y examinado públicamente como una vulgar mercancía.
Sirvió a un pescador, a un médico y a su sobrino; el último fue un cristiano
que había abjurado de su fe y al que convirtió. Con él regresó a Roma, y de
allí a París en 1609 con una misión para Enrique IV, y sin haber obtenido el
alto puesto que ansiaba.
Hubiera
deseado entonces hacer de su vida anterior una tabla rasa y llevar una
existencia oculta. A los pies de Cristo, tras una intensa purificación,
determinó entregarse por los pobres. De carácter hosco, sus desabridas
respuestas estaban lejos de las que cabía esperar en un hombre de Dios, lo cual
hacía peligrar su misión. Se dio cuenta de ello: «Y entonces me propuse pedir a Dios
que me cambiara mi modo agrio de comportarme, en un modo amable y bondadoso y
me propuse trabajar día tras día por transformar mi carácter áspero en un modo
de ser agradable». Obtuvo esa gracia de ver tornada su acritud en
mansedumbre a fuerza de perseverante oración. Su modelo fue san Francisco de
Sales, con el que mantuvo un estrecho vínculo.
En
París tomó contacto con Pierre de Bérulle, fundador del Oratorio de París
integrado por sacerdotes, quien le ofreció integrarse en él, pero declinó la
invitación. Bérulle sería un decisivo pilar para Vicente abriéndole un mundo de
relaciones importantes que le servirían para su misión apostólica. Comenzó en
la pequeña parroquia de Clichy, sustituyendo a un sacerdote que se vinculaba al
Oratorio; era la primera vez que ejercía su labor pastoral. En 1613, por
mediación de Bérulle, fue preceptor de los hijos de Phillipe de Gondi, sobrino del
arzobispo de París. En los viajes que se veía obligado a realizar, revivió, con
visos nuevos, su sensibilidad por los pobres y necesitados, y comenzó a ver la
radicalidad evangélica en el ejercicio de la caridad. El aldabón definitivo
para su auténtica conversión se produjo en Gannes, en el lecho de un moribundo
que le abrió su corazón huérfano de afecto y compasión. Este hecho le conmovió
profundamente al punto de cambiar el rumbo de su vida para hacer de la caridad
su estandarte. «¡Cómo! ¡Ser cristiano y ver afligido a un hermano, sin
llorar con él ni sentirse enfermo con él! Eso es no tener caridad; es ser
cristiano en pintura», diría más tarde.
Instado
por este indeclinable amor al prójimo, en 1617 se estableció en
Chatillon-des-Dombes como párroco, y prodigó la caridad a manos llenas. Se
instaló en lo que había sido el «hospital de San Lázaro» para leprosos; fue
sede de la Congregación de la Misión fundada en 1625. En 1617 había impulsado
las Cofradías de la Caridad y en 1633 erigió las Hijas de la Caridad con santa
Luisa de Marillac; a todas les dijo: «Por monasterio tendréis las salas
de los enfermos, por clausura, las calles de la ciudad, por rejas el temor de
Dios y por velo la santa modestia». A él se deben también asilos
para ancianos y niños abandonados. Era un confesor excepcional, guía de santa
Juana de Chantal y director de las Visitandinas de París a petición de san
Francisco de Sales. Fue capellán y limosnero de la reina Margarita de Valois.
Reformó el clero y luchó contra el jansenismo.
Este
apóstol de la ternura escribió cartas, memorias, impartió conferencias, etc.,
siempre llevando a todos el amor de Dios, especialmente a los pobres, a los que
amaba con singular dilección: «Los pobres serán nuestros jueces.
Solo podremos entrar en el cielo sobre los hombros de los pobres» […]. El
servicio a los pobres ha de ser preferido a todo, y hay que prestarlo sin
demora. Por esto, si en el momento de la oración hay que llevar a algún pobre
un medicamento o un auxilio cualquiera, id a él con el ánimo bien tranquilo y
haced lo que convenga, ofreciéndolo a Dios como una prolongación de la
oración…». Su humildad, mansedumbre y abnegación heroicas
traspasaron fronteras. Bossuet manifestó: «¡Que bueno debe ser Dios cuando ha
hecho tan bueno a Vicente de Paúl!». Por toda su labor era
considerado como una de las personalidades relevantes de Francia; es «padre de
la patria». Murió el 27 de septiembre de 1660. Clemente XIII lo canonizó el 16
de junio de 1737. León XIII lo proclamó patrono de todas las entidades católicas
de caridad.
SEPTIEMBRE
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