Lectura del santo evangelio según san Lucas 8,1-3
En
aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo,
predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas
mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena,
de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de
Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.
Reflexión del Evangelio de hoy
Busca la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre
En
este capítulo de la carta de Pablo a Timoteo, le refiere que se ajuste en sus
enseñanzas a la palabra de Jesucristo y a la doctrina que armoniza con la
piedad, pues si alguno enseñara otra cosa distinta, es un ignorante capaz de
polemizar por tonterías y que son causa de infinidad de problemas,
enfrentamientos, envidias, etc.; propio de personas que han perdido el sentido
de la verdad y piensan que la piedad es un medio para su enriquecimiento.
¡Cuántas
veces vemos a nuestro alrededor “iluminados” que intentan marearnos con sus
teorías sobre Dios! Todos conocemos infinidad de casos que al final se ha visto
que lo que buscaban era su propio beneficio, abusando de la buena voluntad de
gente que, con escasa formación, se dejaban embaucar pensando que con eso van a
conseguir la felicidad eterna.
Son
muchos los falsos profetas que emiten sus cantos de sirena, ilusionando a la
gente e intentando sacar un buen partido con sus mentiras.
Job
en su libro decía: “desnudo vine al mundo y desnudo me iré de él”, y tenía razón,
nada nos llevaremos cuando muramos, todo lo que acumulemos tiene fecha de
caducidad.
Sigamos
las recomendaciones que Pablo hace a Timoteo, huyamos de todo amago de codicia,
convirtámonos en ardientes defensores de la fe y practiquemos la justicia, el
amor, la piedad, la paciencia, la servicialidad, la delicadeza, y conformemos
nuestra vida pensando más en los demás que en nosotros mismos.
Como
dice el salmo 48: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el
reino de los cielos. No te preocupe si se enriquece un hombre y aumenta el
fasto de su casa; cuando muera no se llevará nada, su fasto no bajará con él.
Lo acompañaban los doce y algunas mujeres que lo ayudaban
Lucas
nos refiere como Jesús iba caminando de pueblo en pueblo, anunciando el Reino
de Dios y junto a Él iban los doce y algunas mujeres a las que había curado de
enfermedades o bien expulsado espíritus malignos, entre ellas destaca María de
Magdala, Juana mujer de Cusa, Susana, y otras que le ayudaban con parte de sus
bienes.
Vemos
como Jesús, contrariamente a como era considerada la mujer en su época, le
otorga un papel primordial, las destaca entre sus seguidores e incluso, una vez
resucitado, se aparece en primer lugar a María la magdalena, y a las mujeres
que le acompañaban, antes incluso que a los apóstoles, convirtiéndolas en las
primeras anunciadoras de su Resurrección.
Esto
mismo puede ser la base para reivindicar el papel de la mujer en la Iglesia,
que se ha querido que figure en un segundo plano, cuando muchas de ellas han
sido auténticas adalides de la fe; pensemos en Catalina de Siena, Teresa de
Jesús, Teresa de Calcuta y tantas y tantas mujeres que han figurado en la
primera línea para anunciar el Reino de Dios y se han entregado, no solamente
en lo recóndito del claustro, sino dando abiertamente la cara aun a costa de
sus propias vidas, y lo han hecho con alegría, con entrega, con cercanía, sin
importarles las dificultades.
Que
a todos nos sirva de ejemplo y, ya que Dios nos creó iguales, aceptémoslas como
iguales y trabajemos codo con codo con ellas para el bien de la Iglesia.
¿Nos
mueve la codicia para acumular riqueza en este mundo?
¿Qué
vamos a presentar al Señor al final de nuestros días?
¿Estamos
convencidos que hombres y mujeres somos iguales?
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