ROMA, 31-03-2016 | |||||||||||
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jueves, 31 de marzo de 2016
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La Tradición
Hoy estamos —de nuevo— en el cenáculo, donde Jesús había
instituido la Eucaristía durante la Pascua. Ahí mismo —escondidos por miedo a
los judíos— se reúnen los Apóstoles y se les aparece Jesucristo resucitado. Les
desea la paz, les muestra su Cuerpo y les recuerda que las Escrituras
anticipaban proféticamente aquellos hechos. Y lo más importante: los hace
testigos de estos acontecimientos.
Después de la Ascensión, los Apóstoles predicaron lo que
habían visto de primera mano. Ellos entregaron a las siguientes generaciones
este testimonio. Lo hicieron oralmente, es decir, de viva voz: eso es la
Tradición. Más tarde, estas enseñanzas fueron puestas por escrito, formando el
Nuevo Testamento. Tradición y Sagrada Escritura forman el caudal de un único
"río" (la Revelación) que durante siglos no ha parado de fluir e
influir en el corazón de muchos hombres.
—Espíritu Santo, ilumíname para conocer y entender el
tesoro de la Revelación con el que la Iglesia me guía y protege mi conciencia.
Comentario: Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat
del Vallès, Barcelona, España).
Evangelio del Jueves [31.03.2016]
Día litúrgico: Jueves de la octava de Pascua
Texto del Evangelio (Lc 24,35-48): En aquel tiempo,
los discípulos contaron lo que había pasado en el camino y cómo habían conocido
a Jesús en la fracción del pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando Él se
presentó en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Sobresaltados y asustados,
creían ver un espíritu. Pero Él les dijo: «¿Por qué os turbáis, y por qué se
suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo.
Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo».
Y, diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Como ellos no acabasen de
creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: «¿Tenéis aquí
algo de comer?». Ellos le ofrecieron parte de un pez asado. Lo tomó y comió
delante de ellos.
Después les dijo: «Éstas son aquellas palabras mías que os
hablé cuando todavía estaba con vosotros: ‘Es necesario que se cumpla todo lo
que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de
mí’». Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las
Escrituras, y les dijo: «Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara
de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión
para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén.
Vosotros sois testigos de estas cosas».
Comentario: Rev. D. Joan Carles MONTSERRAT i
Pulido (Cerdanyola del Vallès, Barcelona, España).
«La paz con vosotros»
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miércoles, 30 de marzo de 2016
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Con la resurrección de Jesús la Escritura se ha desvelado de un modo nuevo
Hoy partiendo de lo inesperado, la Escritura se ha
desvelado de un modo nuevo. Obviamente, la nueva lectura de las Escrituras sólo
podía comenzar después de la resurrección, porque únicamente por ella Jesús
quedó acreditado como enviado de Dios. Ahora había que identificar ambos
eventos —cruz y resurrección— en la Escritura, entenderlos de un modo nuevo y
llegar así a la fe en Jesucristo como el Hijo de Dios.
Para los discípulos, la resurrección era tan real como la
cruz. Se rindieron simplemente ante la realidad: después de tanto titubeo y
asombro inicial, ya no podían oponerse a ella. Es realmente Él; vive y nos ha
hablado, ha permitido que le toquemos, aun cuando ya no pertenece al mundo de
lo que normalmente es tangible.
—La paradoja era indescriptible: Él era completamente
diferente, no un cadáver reanimado, sino alguien que vivía desde Dios de un
modo nuevo y para siempre; y, al mismo tiempo, sin pertenecer ya a nuestro
mundo, estaba presente de manera real, en su plena identidad.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos
de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
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Evangelio del Miércoles [30.03.2016]
Día litúrgico: Miércoles de la octava de Pascua
Texto del Evangelio (Lc 24,13-35): Aquel mismo día
iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios de
Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Y sucedió
que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió
con ellos; pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran.
Él les dijo: «¿De qué discutís entre vosotros mientras
vais andando?». Ellos se pararon con aire entristecido. Uno de ellos llamado
Cleofás le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las
cosas que estos días han pasado en ella?». Él les dijo: «¿Qué cosas?». Ellos le
dijeron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y
palabras delante de Dios y de todo el pueblo; cómo nuestros sumos sacerdotes y
magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. Nosotros esperábamos que
sería Él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya
tres días desde que esto pasó. El caso es que algunas mujeres de las nuestras
nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro, y, al no hallar
su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto una aparición de ángeles,
que decían que Él vivía. Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y
lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a Él no le vieron». Él les
dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los
profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su
gloria?». Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les
explicó lo que había sobre Él en todas las Escrituras.
Al acercarse al pueblo a donde iban, Él hizo ademán de
seguir adelante. Pero ellos le forzaron diciéndole: «Quédate con nosotros,
porque atardece y el día ya ha declinado». Y entró a quedarse con ellos. Y
sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la
bendición, lo partió y se lo iba dando.
Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero
Él desapareció de su lado. Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro
corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las
Escrituras?». Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y
encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: «¡Es
verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!». Ellos, por su
parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en
la fracción del pan.
Comentario: P. Luis
PERALTA Hidalgo SDB (Lisboa, Portugal).
«¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros
cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?»
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martes, 29 de marzo de 2016
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La resurrección de Jesús: un tipo de vida totalmente nuevo
Hoy, y durante la Octava de Pascua, contemplamos los
testimonios del Nuevo Testamento que no dejan duda alguna de que en la
"resurrección del Hijo del hombre" ha ocurrido algo completamente
diferente.
La resurrección de Jesús ha consistido en un romper las
cadenas para ir hacia un tipo de vida totalmente nuevo, a una vida que ya no
está sujeta a la ley del devenir y de la muerte, sino que está más allá de eso;
una vida que ha inaugurado una nueva dimensión de ser hombre. Por eso, la
resurrección de Jesucristo no es un acontecimiento aislado que podríamos pasar
por alto y que pertenecería únicamente al pasado, sino que es una especie de
"mutación decisiva", un salto cualitativo.
—En la resurrección de Jesús se ha alcanzado una nueva
posibilidad de ser hombre, una posibilidad que interesa a todos y que abre un
futuro, un tipo nuevo de futuro para la humanidad: "Cristo resucitó de
entre los muertos: el primero de todos" (1Co 15,20).
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
Evangelio del Martes [29.03.2016]
Día litúrgico: Martes de la octava de Pascua
Texto del Evangelio (Jn 20,11-18): En aquel tiempo,
estaba María junto al sepulcro fuera llorando. Y mientras lloraba se inclinó
hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el
cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos: «Mujer,
¿por qué lloras?». Ella les respondió: «Porque se han llevado a mi Señor, y no
sé dónde le han puesto». Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no
sabía que era Jesús. Le dice Jesús: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?».
Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: «Señor, si tú te lo
has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré». Jesús le dice:
«María». Ella se vuelve y le dice en hebreo: «Rabbuní», que quiere decir
“Maestro”». Dícele Jesús: «No me toques, que todavía no he subido al Padre.
Pero vete donde mis hermanos y diles: ‘Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi
Dios y vuestro Dios’». Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto
al Señor y que había dicho estas palabras.
Comentario: + Rev. D. Antoni ORIOL i Tataret
(Vic, Barcelona, España).
«Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había
visto al Señor»
lunes, 28 de marzo de 2016
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Adorar es reconocer desde la humildad la grandeza infinita de Dios
Hoy, más que nunca, se hace necesaria la adoración. Adorar
es postrarse, es reconocer desde la humildad la grandeza infinita de Dios. Sólo
la verdadera humildad puede reconocer la verdadera grandeza, y reconoce también
lo pequeño que pretende presentarse como grande.
Una de las mayores perversiones de nuestro tiempo es que
se nos propone adorar lo humano dejando de lado lo divino. “Sólo al Señor
adorarás” es el gran desafío ante tantas propuestas de nada y vacío. No adorar
a los ídolos contemporáneos —con sus cantos de sirena— es el gran desafío de
nuestro presente. Ídolos que causan muerte no merecen adoración alguna, sólo el
Dios de la vida merece adoración y gloria.
—Adorar es decir “Dios” y decir “vida”. Adorar es ser
testigos alegres de su victoria, es no dejarnos vencer por la gran tribulación
y gustar anticipadamente de la fiesta del encuentro con el Cordero, el único
digno de adoración y en quien celebramos el triunfo de la vida y del amor sobre
la muerte y el desamparo.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos del Papa Francisco) (Città del Vaticano, Vaticano).
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Evangelio del Lunes [28.03.2016]
Texto del Evangelio (Mt 28,8-15): En aquel tiempo,
las mujeres partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y
corrieron a dar la noticia a sus discípulos. En esto, Jesús les salió al
encuentro y les dijo: «¡Dios os guarde!». Y ellas se acercaron a Él, y
abrazándole sus pies, le adoraron. Entonces les dice Jesús: «No temáis. Id,
avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».
Mientras ellas iban, algunos de la guardia fueron a la
ciudad a contar a los sumos sacerdotes todo lo que había pasado. Estos,
reunidos con los ancianos, celebraron consejo y dieron una buena suma de dinero
a los soldados, advirtiéndoles: «Decid: ‘Sus discípulos vinieron de noche y le
robaron mientras nosotros dormíamos’. Y si la cosa llega a oídos del
procurador, nosotros le convenceremos y os evitaremos complicaciones». Ellos
tomaron el dinero y procedieron según las instrucciones recibidas. Y se corrió
esa versión entre los judíos, hasta el día de hoy.
Comentario: Rev. D. Joan COSTA i Bou (Barcelona,
España).
«Las mujeres partieron a toda prisa del sepulcro, con
miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos»
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domingo, 27 de marzo de 2016
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Pascua de Resurrección
Estamos en la fiesta de Pascua. Nuestra fe confiesa que
Jesucristo «Fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al
tercer día resucitó de entre los muertos». Y por eso proclamamos con júbilo: «Surrexit
Dominus de sepulcro qui pro nobis pependit in ligno. Aleluya». (cf. EE)
El Catecismo nos hace recordar la finalidad del sacrificio
del Hijo de Dios, cuando precisa: “La muerte violenta de Jesús no fue fruto del
azar en una desgraciada constelación de circunstancias. Pertenece al misterio
del designio de Dios, como lo explica S. Pedro a los judíos de Jerusalén ya en
su primer discurso de Pentecostés: "fue entregado según el determinado
designio y previo conocimiento de Dios" (Cf. CIC 599).
El designio y voluntad de Dios es que todos los hombres se
salven, por eso: “Este designio divino de salvación a través de la muerte del
"Siervo, el Justo" (Is 53) había sido anunciado antes en la Escritura
como un misterio de redención universal, es decir, de rescate que libera a los
hombres de la esclavitud del pecado (cf. Jn 8, 34-36). Jesús mismo presentó el
sentido de su vida y de su muerte a la luz del Siervo doliente (cf. Mt 20, 28).
Después de su Resurrección dio esta interpretación de las Escrituras a los discípulos
de Emaús y luego a los propios apóstoles” (cf. Lc 24, 44-45).
En la Pascua cantamos el triunfo de Cristo Resucitado.
“Anunciamos la muerte de Jesús y proclamamos su resurrección”. Dios, como Padre
misericordioso viene a nosotros en su Hijo, porque nos ama, para invitarnos a
la conversión y para salvarnos. Solo Cristo Resucitado, nos da la verdadera
libertad.
¡Feliz Pascua de Resurrección!
R.P. Guillermo Inca Pereda
Jesús ha entrado en una vida nueva y distinta
Hoy, Jesús no ha vuelto a una vida humana normal de este
mundo, como Lázaro y los otros muertos que Jesús resucitó. Él ha entrado en una
vida distinta, nueva; en la inmensidad de Dios y, desde allí, Él se manifiesta
a los suyos.
Esto era algo totalmente inesperado también para los
discípulos, ante lo cual necesitaron un cierto tiempo para orientarse. Es
cierto que la fe judía conocía la resurrección de los muertos al final de los
tiempos. Pero la resurrección a una condición definitiva y diferente —en pleno
"mundo viejo" que todavía sigue existiendo— era algo no previsto y,
por tanto, tampoco inteligible al inicio. Por eso, la promesa de la
resurrección resultaba incomprensible para los discípulos en un primer momento.
—El proceso por el que se llega a ser creyente se
desarrolla de manera análoga a lo ocurrido con la cruz: nadie había pensado en
un Mesías crucificado; ahora el "hecho" estaba allí, y este hecho
requería leer la Escritura de un modo nuevo.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
Evangelio del Domingo [27.03.2016]
Día litúrgico: Domingo de Pascua (Misa del
día)
Texto del Evangelio (Jn 20,1-9): El primer día de la
semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba
oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y llega donde Simón
Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han
llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto».
Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al
sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más
rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en
el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el
sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no
junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el
otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, pues
hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía
resucitar de entre los muertos.
Comentario: Mons. Joan Enric VIVES i Sicília
Obispo de Urgell (Lleida, España).
«Entró también el otro discípulo, el que había llegado el
primero al sepulcro; vio y creyó»
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sábado, 26 de marzo de 2016
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Muerte de Cristo
Hoy reina el silencio en toda la creación: Jesús yace
muerto en el sepulcro. No hay celebraciones en los templos católicos: Dios —el
Creador— realmente ha muerto por sus criaturas. ¡Misterio en el misterio!, ante
el cual debemos postrarnos en actitud de adoración y sumisión.
En Belén, un Dios "con" y "en"
pañales; en Getsemaní, un Dios estresado, hasta sudar sangre; en Jerusalén, un
Dios juzgado, escarnecido y coronado de espinas; en la Cruz, un Dios muerto.
Para amar hay que perderse: Dios —llegada la hora extrema, dispuesta por Él
mismo— ha "perdido" la vida. Ninguna otra religión, nunca jamás,
había predicado un hecho semejante. No hay otro "Dios" tan loco de
amor como Jesucristo.
—Santa María, Madre de Dolores: perdónanos. Tú cuidaste a
Jesús durante más de treinta años. Pero cuando cae en manos de los hombres,
apenas ha durado vivo unas doce horas... Ahora, milagrosamente, le tenemos
—sufrido, muerto y resucitado— en la Eucaristía. ¡Mi vida será cuidarle!
Comentario: Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant
Cugat del Vallès, Barcelona, España).
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Evangelio del Sábado [26.03.2016]
Día litúrgico: Sábado Santo
Texto del Evangelio ( ):
Comentario: P. Jacques
PHILIPPE (Cordes sur Ciel, Francia).
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viernes, 25 de marzo de 2016
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La oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní
Hoy, el Monte de los Olivos —el mismo de entonces— es uno
de los lugares más venerados del cristianismo. En él encontramos un dramático
punto culminante del misterio de nuestro Redentor: ahí Jesús experimentó la
"última soledad", toda la tribulación del ser hombre. Ahí, el abismo
del pecado y del mal le llegó hasta el fondo del alma. Ahí se estremeció ante
la muerte inminente. Ahí le besó el traidor. Ahí todos los discípulos lo
abandonaron.
San Juan recoge todas estas experiencias y da una
interpretación teológica del lugar: con la palabra "huerto" alude a
la narración del Paraíso y del pecado original. Nos quiere decir que ahí se
retoma aquella historia. En aquel huerto, en el "jardín" del Edén, se
produce una traición, pero el "huerto" es también el lugar de la
resurrección.
—En el huerto Jesús ha aceptado hasta el fondo la voluntad
del Padre, la ha hecho suya, y así ha dado un vuelco a la historia. Aquí Él ha
luchado también por mí.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
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Evangelio del Viernes [25.03.2016]
Día litúrgico: Viernes Santo
Texto del Evangelio (Jn 18,1—19,42): En aquel
tiempo, Jesús pasó con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde
había un huerto, en el que entraron él y sus discípulos. Pero también Judas, el
que le entregaba, conocía el sitio, porque Jesús se había reunido allí muchas
veces con sus discípulos. Judas, pues, llega allí con la cohorte y los guardias
enviados por los sumos sacerdotes y fariseos, con linternas, antorchas y armas.
Jesús, que sabía todo lo que le iba a suceder, se adelanta y les pregunta: «¿A
quién buscáis?». Le contestaron: «A Jesús el Nazareno». Díceles: «Yo soy».
Judas, el que le entregaba, estaba también con ellos. Cuando les dijo: «Yo
soy», retrocedieron y cayeron en tierra. Les preguntó de nuevo: «¿A quién
buscáis?». Le contestaron: «A Jesús el Nazareno». Respondió Jesús: «Ya os he
dicho que yo soy; así que si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos». Así se
cumpliría lo que había dicho: «De los que me has dado, no he perdido a
ninguno». Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al
siervo del Sumo Sacerdote, y le cortó la oreja derecha. El siervo se llamaba
Malco. Jesús dijo a Pedro: «Vuelve la espada a la vaina. La copa que me ha dado
el Padre, ¿no la voy a beber?».
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jueves, 24 de marzo de 2016
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ROMA, 24-03-2016 | |||||||||||||||||||||||||||||||
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