Lectura
del santo evangelio según san Lucas 9, 7-9
En aquel
tiempo, el virrey Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse,
porque unos decían que Juan había resucitado, otros que había aparecido Elías,
y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.
Herodes se decía: «A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es éste de quien oigo semejantes cosas?»
Herodes se decía: «A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es éste de quien oigo semejantes cosas?»
Y tenía
ganas de ver a Jesús.
Reflexión
del Evangelio de hoy
Meditad
en vuestra situación
En tiempo
de Zorobabel Ben Salatiel, gobernador de Judea, y de Josué Ben Josadak, Sumo
Sacerdote, se discutía sobre la conveniencia o no de reconstruir el templo.
Pero es por medio del Profeta Ageo, como se expresa el propósito de Dios.
Se
necesita un templo para que se exprese la gloria de Dios. Un templo para que se
exprese la paz de Dios. Ya todos han alcanzado la paz, se han construido sus
casas de maderas, ahora es tiempo de que Dios establezca su morada.
Es el
momento de reflexionar de qué modo y en qué medida Dios puede entrar en
nuestras vidas por medio. ¿Qué espacio le dedicamos para que habite en
nosotros? ¿Dios necesita un espacio físico para habitar entre nosotros y
otorgarnos la paz?
Era
importante para el profeta Ageo, que el pueblo tuviera un lugar sagrado, pero
con Cristo ese lugar sagrado somos nosotros. Nosotros somos el lugar donde Dios
habita, el templo espiritual que Dios escoge para morar, y manifestarnos su
gloria.
¿Quién es
este hombre?
Después
de que Herodes mandara matar a Juan el Bautista, los gestos y palabras de Jesús
le llenaban de inquietud, dice el texto que no sabía a qué atenerse ya que
algunos decían que Juan había resucitado en su persona.
Lo cierto
es que el carácter profético de Jesús no limpió la conciencia de Herodes por la
muerte de Juan, ni su pecado que era vivir con la mujer de su hermano,
Herodías.
¿Qué le
sucedía a Herodes? Se dejó seducir por un baile y comprometió la mitad de su
reino, y eso le valió la vida a Juan el Bautista.
Y a veces
nos ocurre que desde la insensatez comprometemos la mitad de la vida, y eso
tiene como consecuencia la vida de un hombre.
De ahí
que el oír hablar de Dios despierta la curiosidad de Herodes, “Tenía ganas de
verlo”.
Pero ni a
Dios, ni su acción salvadora se logra verlo o experimentarlo solo por la
curiosidad o las ganas de verlo. Se necesita del compromiso personal, la
realidad de querer asumir su salvación de perdón y redención.
Fr. Alexis González de León O.P.
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/26-9-2019/
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