Lectura del santo evangelio según san Juan
15,26-16,4a
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - «Cuando venga el Defensor, que os
enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él
dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el
principio estáis conmigo. Os he hablado de esto, para que no tambaleéis. Os
excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os
dé muerte pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido
ni al Padre ni a mí. Os he hablado de esto para que, cuando llegue la hora, os
acordéis de que yo os lo había dicho.»
Reflexión del Evangelio de hoy
La
Palabra que se comparte con el otro
Estoy
escribiendo este comentario en Kinshasa y se oye el intenso bullir de esta
enorme capital africana. Ayer estuve en un pequeño pueblo de las orillas
del río Congo y las barcazas de mercancías y pasajeros que atracaban y salían
de allí me hicieron imaginar cómo serían esos viajes de Pablo y Timoteo que nos
narra la lectura de hoy. Me hicieron pensar también en los misioneros y
misioneras que fueron evangelizando lugares remotos donde la vida es muy dura y
sobrevivir es un reto diario.
En el
corazón de cada realidad y de cada persona Dios enciende una pequeña llama, se
adentra ahí donde el deseo de El brota, y va prendiendo en pequeños grupos
donde la alabanza y la oración se hacen vida. Dios abrió el corazón de Lidia
para aceptar la Buena Noticia que predicaban, y ella les abrió su casa y su
familia. “Nos sentamos y trabamos conversación”. La fe que se
transmite sólo con ritos, dogmas y enseñanzas se puede quedar en lo externo y
ser incluso algo aparte de la vida. La fe que se encarna es la que se
sienta con el otro y traba conversación, se abre al diálogo y comparte, no sabe
de tiempo ni de medidas.
Aquellos
misioneros del Evangelio, y los de hoy, viven “en salida”, como nos sugiere el
papa Francisco, van a las orillas donde discurre lo cotidiano y se acercan ahí
donde lo transcendente aflora. Nuestro reto hoy quizás está en
embarcarnos con audacia y humildad en las barcas que nos llevan a esas
orillas. Quizás también sea ir a los “lugares de oración”, sentarse y
conversar sobre la vida y el Evangelio creando espacios de diálogo y de
encuentro con el Señor. Puede que también sea creer de verdad que es El quien
abre los corazones a la Palabra y así transforma la vida. Quizás también sea
prestar un poco más de cuidado pastoral y de atención a esos grupos de mujeres
que son fieles en tantas parroquias y comunidades cristianas, que siempre están
ahí, sosteniendo esa llama que Dios ha puesto en sus manos, y manteniendo viva
Su presencia en tantos rincones del mundo, en sus familias, las que abren sus
casas y son tremendamente insistentes en que esa Palabra permanezca ahí.
La
Palabra que acompaña al testigo
El
Evangelio de Juan nos alienta a ser perseverantes en la misión de anunciar la
fe, en ser sus testigos. Y me trae a la memoria un pequeño libro
“El gozo de la esperanza”, que encontré en esta casa de misión que he tenido la
gracia de acompañar estos días. Es del cardenal vietnamita Nguyen van
Thuan, perseguido y encarcelado durante muchos años. Con un admirable
sentido del humor relata cuáles son los defectos de Jesús y desde ahí se atreve
a invitarnos a la santidad.
De
los defectos que señala están: que “Jesús parece ser un aventurero”. Nos
invita a seguirle sin garantía alguna de nada, ni tan siquiera de conservar la
propia vida, y “seguimos siendo muchos los que entramos en la asociación de sus
aventureros…” “Jesús confía demasiado en los demás” …, aquellos a los que
llama no son ni los más santos ni los más preparados, ni siquiera los más
leales o pacíficos. “Jesús es un temerario incorregible: por eso nos ha
elegido, que somos todos pobres pecadores”. “Jesús es un imprudente” …, nos
pide fidelidad, sin preocuparse mucho por lo que pueda venir.
Y
concluye el cardenal Van Thuan con que Jesús tiene todos esos defectos porque
se da totalmente por amor, porque es amor. Si hay condiciones, ya no es
amor. A ser testigos de Ese que es todo amor, sin medida. Nos lo
recuerda para que no nos desanimemos ni abandonemos, porque asumimos un enorme
riesgo al aceptar esa aventura de amar y darnos. Sólo hay una garantía,
Él mismo siempre ahí, fiel, del todo, en cada uno.
Hna. Águeda Mariño
Rico O.P.
Congregación de Santo Domingo
Congregación de Santo Domingo
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
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