Lectura del santo evangelio según san Mateo
7,1-5
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«No juzguéis y no os juzgarán;
porque os van a juzgar como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán
con vosotros. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no
reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano:
"Déjame que te saque la mota del ojo", teniendo una viga en el tuyo?
Hipócrita; sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar
la mota del ojo de tu hermano.»
Reflexión del Evangelio de hoy
Convertíos
de vuestros malos caminos
La
lectura que nos propone hoy la liturgia es del libro de los Reyes perteneciente
a la
llamada Historia deuteronomista (Josué, Jueces, 1,2 Samuel; 1,2 Reyes). La
teología de esta obra tiene un principio básico: si el pueblo actúa según la
ley del Señor, tendrá éxito; pero si no es así, su historia estará marcada por
el fracaso. Eso es lo que encontramos en nuestro texto. El rey de Asiria ha
conquistado Israel, reino del Norte, y ha deportado a la población fuera de su
tierra. Esto, que es la consecuencia de una serie de acciones políticas por
parte de Oseas, rey de Israel para el autor del libro de los Reyes es
considerado como una causa secundaria. El auténtico detonante de lo que le ha
ocurrido al pueblo es que ha pecado contra el Señor, su Dios, que los había
sacado de Egipto, dando culto a otros dioses, siguiendo las costumbres de
las naciones extranjeras, y abandonando la Ley del Señor. Y todo ello a pesar
que el Señor había advertido tanto a Israel como a Judá por boca de los
profetas que se “convirtieran de sus malos caminos y guardaran los mandamientos
conforme a la Ley que había prescrito a sus padres”. Así se produce la caída
del reino del Norte en el año 722a.C., quedando sólo el reino de Judá que vivirá
la misma realidad que sus hermanos de Israel en el 586 a.C, en este caso por
mano de los babilonios.
Sin
caer en la teoría clásica de la retribución, que a quien peca, el Señor lo
castiga, y a quien le obedece, el Señor lo premia, no podemos perder de
vista que lo que el Señor revela como proyecto de vida para el ser humano es un
proyecto de felicidad. Hacer nuestra su Palabra, no es ni más ni menos
que llevar a cabo ese proyecto de Dios que nos hace más humanos, y nos empuja a
la promoción del bien común, a la defensa de la vida, la dignidad y los
derechos fundamentales del ser humano y al cuidado de la casa común. Por eso
nos hace más felices.
Hoy
el Señor también nos invita a convertirnos y hacer nuestro el proyecto que Él
tiene para nosotros. Es un proyecto que nos hace cada vez más hijos suyos y más
hermanos unos de otros. A la luz de este texto puedo interrogarme: ¿De qué he
de convertirme para acercar mi día a día al proyecto que Dios tiene para mí en
este mundo?
Sácate
primero la viga del ojo
El
texto del evangelio pertenece a la parte del Sermón de la montaña en el que
Jesús proclama como han de ser las actitudes de sus seguidores en
contraposición a las de los paganos (6,7-15.19-34; 7,1-2).
Comienza
con un principio general que todos tenemos interiorizado: “No juzgar para no
ser juzgados”. Juzgar no se refiere tanto a dar una opinión o hacer una
valoración del otro, sino a condenarlo, a establecer sobre su persona una
sentencia lapidaria, a mirar las debilidades de los hermanos sin actitudes de
misericordia, etiquetando y descartando de forma definitiva. Mateo afirma que
quien actúa así, en el juicio escatológico, al final de los tiempos, recibirá
como paga su misma moneda, es decir será juzgado de la misma manera que él lo
hizo con otros. Santiago en su carta lo expresa de otra manera: “El juicio será
sin misericordia para quien no practico la misericordia. La misericordia se ríe
del juicio” (St 2,13). Por eso este juicio sólo corresponde a Dios que
realmente conoce las motivaciones que hay en el corazón de cada ser humano.
Los
hermanos, no estamos aquí para juzgarnos unos a otros, sino para ayudarnos a
crecer, alertándonos de las desviaciones del camino pero siempre desde el
conocimiento del otro y el cariño a su persona. Jesús nos presenta, a
continuación, un ejemplo de esta realidad a través de la gráfica
imagen de la viga y la paja. Mateo utiliza una imagen hiperbólica para
llamarnos la atención. ¿Cómo es posible que cuando voy a sacar la mota en el
ojo de un hermano, yo tenga una viga en el mío? El evangelio establece a modo
de protocolo de actuación como ha de ser el procedimiento para ello: primero he
de sacar la viga de mi ojo y entonces, y muy importante, cuando vea claro,
podre sacar la mota del hermano. Lo más probable es que la viga estuviera
distorsionando mi vista y me impidiera ver con nitidez. Sólo quien
ha experimentado la propia debilidad y es consciente de ella, puede ser capaz
de ayudar a los demás a superar sus limitaciones. El asumir mi debilidad me
hace amar lo pequeño de mí, y también lo pequeño de otros. ¿Acaso no es eso
la miseri-cordia, actitud dominicana por excelencia? Hoy el evangelio nos
da un fuerte aldabonazo y nos interroga: ¿tengo actitud de misericordia
con mis pobrezas y las de mis hermanos? ¿Me hago cargo de mi debilidad y de la
del otro?
Hna. Mariela
Martínez Higueras O.P.
Congregación de Santo Domingo
Congregación de Santo Domingo
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/25-6-2018/
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