Día litúrgico: Martes XXVIII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc 11,37-41): En aquel tiempo,
mientras Jesús hablaba, un fariseo le rogó que fuera a comer con él; entrando,
pues, se puso a la mesa. Pero el fariseo se quedó admirado viendo que había
omitido las abluciones antes de comer. Pero el Señor le dijo: «¡Bien! Vosotros,
los fariseos, purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis
llenos de rapiña y maldad. ¡Insensatos! el que hizo el exterior, ¿no hizo
también el interior? Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas
serán puras para vosotros».
Comentario: Rev. D. Pedro IGLESIAS Martínez
(Rubí, Barcelona, España).
Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las
cosas serán puras para vosotros
Hoy, el evangelista sitúa a Jesús en un banquete: «Un
fariseo le rogó que fuera a comer con él» (Lc 11,37). ¡En buena hora tuvo tal
ocurrencia! ¡Qué cara debió poner el anfitrión cuando el invitado se saltó la
norma ritual de lavarse (que no era un precepto de la Ley, sino de la tradición
de los antiguos rabinos) y además les censuró contundentemente a él y a su
grupo social!. El fariseo no acertó en el día, y el comportamiento de Jesús,
como diríamos hoy, no fue “políticamente correcto”.
Los evangelios nos muestran que al Señor le importaba poco
el “qué dirán” y lo “políticamente correcto”; por eso, pese a quien pese, ambas
cosas no deben ser norma de actuación de quien se considere cristiano. Jesús
condena claramente la actuación propia de la doble moral, la hipocresía que
busca la conveniencia o el engaño: «Vosotros, los fariseos, purificáis por
fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis llenos de rapiña y maldad»
(Lc 11,39). Como siempre, la Palabra de Dios nos interpela sobre usos y
costumbres de nuestra vida cotidiana, en la que acabamos convirtiendo en
“valores” patrañas que intentan disimular los pecados de soberbia, egoísmo y
orgullo, en un intento de “globalizar” la moral en lo políticamente correcto,
para no desentonar y no quedar marginados, sin que importe el precio a pagar,
ni como ennegrezcamos nuestra alma, pues, a fin de cuentas, todo el mundo lo
hace.
Decía san Basilio
que «de nada debe huir el hombre prudente tanto como de vivir según la opinión
de los demás». Si somos testigos de Cristo, hemos de saber que la verdad
siempre es y será verdad, aunque lluevan chuzos. Esta es nuestra misión en
medio de los hombres con quienes compartimos la vida, procurando mantenernos
limpios según el modelo de hombre que Dios nos revela en Cristo. La limpieza
del espíritu pasa por encima de las formas sociales y, si en algún momento nos
surge la duda, recordemos que los limpios de corazón verán a Dios. Que cada uno
elija el objetivo de su mirada para toda la eternidad.
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