miércoles, 14 de marzo de 2012

Mensaje del Cardenal Jaime Ortega al pueblo de Cuba con motivo de la visita del Papa


Ante todo agradezco a la Televisión Cubana esta oportunidad para comunicarme con mis amigos y hermanos de Cuba sobre esta ya cercana visita del Papa Benedicto XVI a Cuba.

Se ha hablado ya de su visita, hemos visto en la prensa los primeros informes acerca de su condición, del momento en que él vendrá, de las celebraciones que tendrá, pero se impone una pregunta al principio: ¿Por qué el Papa viene a Cuba?

Para esto tenemos que tener en cuenta, según mi parecer, la visita pastoral que el Papa Juan Pablo II hizo a nuestro país hace 14 años. En aquel tiempo, el Papa Benedicto XVI era simplemente el Cardenal Ratzinger que estaba al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe. El no acompañó al Papa en la visita pero la visita a Cuba del Papa Juan Pablo II no fue realmente una visita más. En cualquier tipo de resumen, de compendio de la actividad papal, sea cinematográfico, sea gráfico, sea histórico simplemente escrito, hay una mención a la visita a Cuba entre aquellas que fueron como paradigmáticas.

La visita del Papa Juan Pablo II fue muy esperada. Era la primera visita de un Papa a Cuba. Las condiciones especiales de nuestro país hacían que la mirada del mundo estuviera muy fija en aquella visita, y después los comentarios en la Santa Sede, la apreciación de la Iglesia en Roma fue una apreciación alta, positiva y, al mismo tiempo, comentada ampliamente, en lo cual intervino el Papa Benedicto XVI, entonces simplemente Cardenal Ratzinger, acogiendo todo aquel eco y aquel paso del Papa por Cuba. De manera que algo quedó en su corazón.


Desde el comienzo de su pontificado, ya en la primera ocasión que yo tuve un contacto con él, vamos a decir que como Cardenal he tenido ese privilegio, al mismo tiempo doloroso porque ha muerto un Papa, pero único en la vida de un cardenal de participar en la elección de un sucesor, de aquel Papa Juan Pablo II tan querido en el mundo entero. En aquella ocasión, cuando ya él, el Papa había sido nombrado, cuando ya él después del último momento que se dijo el nombre de Ratzinguer estalló un aplauso al ver que tenía las dos terceras partes de los votos necesarios para ser elegido, en ese momento el Papa recuerdo cómo bajó la cabeza como estremecido, como alguien que tenía un peso inmenso. Después fue, se cambió, vino ya el momento en que él explicaba su aceptación y el nombre que había elegido, Benedicto, y después vino nuestro ir a ofrecer al Papa nuestro homenaje y nuestra obediencia de Iglesia. Me arrodillé delante de él, él tomó mis manos y me dijo palabras muy cariñosas –vamos a decir así- para Cuba.

Esto fue el primer signo de esa especie de presencia que ha tenido –como me decía después el Secretario de Estado- Cuba en su corazón desde el inicio de su pontificado, como lugar que él deseaba visitar.

Cuando ya fui a Roma en otra ocasión, y lo encontré y hablé de la invitación para que viniera a Cuba, él decía que era ya un hombre mayor, que ya él no podía pensar en tantos viajes como el Papa Juan Pablo II. Sin embargo, más adelante, al volverle a insistir en otras ocasiones, me decía siempre: “Si Dios quiere”.  En una ocasión me dijo con alegría cómo el presidente Raúl Castro lo había invitado a venir a Cuba. Yo creo que él siempre tenía su proyecto. América Latina tiene muchos países católicos, países de gran extensión y de gran población católica, pero el Papa quiso, sobre todo después de venir a Brasil, lugar donde él estuvo por primera vez en América Latina, quiso venir también a México, y no pudo en aquella ocasión de la fiesta mundial de la familia debido a que la altura de la Ciudad de México no le convenía y los médicos le dijeron que no debía ir. Tenía pendiente este viaje y ahora al tener esta oportunidad de venir a México incluyó a Cuba, que es un pequeño país de América Latina, en su recorrido.

Lo quiso incluir porque desde siempre tenía este deseo en su corazón, pero ahora tenía una oportunidad extraordinaria: celebrábamos en Cuba los 400 años del hallazgo de la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre. Es un Año Jubilar. Los cubanos están peregrinando este año al Santuario del Cobre, todos para visitar a la Patrona de Cuba y él quiso venir como peregrino. Ese es el motivo del lema que se ha escogido para esta visita: “Peregrino de la Caridad”.

Para él era también entusiasmante esta última decisión de incluir a Cuba en su viaje a México porque en Roma, allí en la Santa Sede, había un seguimiento de todo lo que ha sido la preparación de este año jubilar con la gran misión que recorrió toda Cuba llevando a la Virgen Peregrina de la Caridad hasta los últimos rincones del país.  Había un interés grande en esta peregrinación, porque el Papa está empeñado en revivir la fe de países ya cristianizados antes pero que necesitan una nueva evangelización, y veía en esta misión una verdadera muestra de lo que es revivir la fe de un pueblo.

Miles y miles de cubanos, millones diría yo, salieron al encuentro de la Virgen. No es el número lo que nos ha impactado; es las muestras de religiosidad de ese pueblo. Es ver a aquellos cubanos que salían de los cruces de caminos haciendo la señal de la cruz, arrodillándose al paso de la virgen, levantando sus brazos en oración, todo esto incluso nos lo han pedido que lo relatemos con detalles a la Santa Sede para hacer una especie de compendio, de libro, que sea ilustrativo para América Latina, y no sólo para América Latina, me decía el Cardenal Prefecto de la Congregación de los Obispos en carta escrita a mí en el mes de noviembre, sino también un poco para el mundo entero. Porque yo creo que había en esa misión algo que era el revivir de una fe dormida, de una fe que está quizás un poco borrada, pero que estaba presente en el corazón del pueblo. Y el Papa entonces siente que viene a confirmarnos en esa fe, que viene a reafirmarnos en esos valores cristianos que esa fe sembró en nuestro país.

Ahora vamos a hablar no tanto de qué es el Papa, de esto se ha hablado un poco ya en los medios de comunicación de Cuba. El Papa es aquel que rige la Iglesia, pondré yo un acento muy breve en esto. El Papa para nosotros en la fe cristiano católica es el vicario de Jesucristo. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir, el que hace presente a Jesucristo, el que hace las veces de Jesucristo. Cuando hay alguien que está ausente en un cargo en la Iglesia, que está ausente por un tiempo, hay aquel que hace las veces del ausente, es el vicario el que lo sustituye, hace presente así a Cristo.

El Señor Jesús creó una Iglesia, creo un grupo, el Grupo de los Doce Apóstoles. En ese grupo el nombró un jefe. El estaba creando una comunidad, estaba formando lo que sería el núcleo de lo que sería la Iglesia. Cuando forjó esa comunidad, le puso al frente a uno de esos apóstoles, Pedro. Pedro fue el nombre que él le puso, porque se llamaba Simón. Pero él le dijo: Ahora tú serás Piedra, Pedro, y sobre esta piedra yo edificaré mi iglesia, y las puertas del Infierno nunca vencerán esta iglesia que yo te confío a ti, de la cual te doy como las llaves.  Entonces Pedro tiene esta misión en la Iglesia. Ya una vez de pasada la muerte de Jesús en la cruz, resucitado se aparece a Pedro y le dice: Pedro, ¿me quieres?, tres veces se lo pregunta. Y él dice: Sí, señor, tú sabes que te quiero. Ya él responde un poco impactado: Apacienta a mis corderos, apacienta a mis ovejas, cuida del rebaño, pastoréalo.

Entonces esa es la misión de Pedro en la Iglesia. Pero no es una misión para él solamente. Si el Señor dijo a los discípulos: Yo estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo, y vayan hasta el fin del mundo y anuncien el evangelio, esa iglesia que el fundó tenía que durar siempre y el cargo de Pedro no podía morir con él. Entonces había que nombrar un sucesor, y se ha nombrado siempre, de distintos modos, un sucesor de Pedro. El Papa es el sucesor de Pedro, el que hace que continúe la misión que Cristo le confió a Pedro de hacer a Cristo presente en el mundo.

El Papa debe por lo tanto tener esta misión y como esto viene a Cuba, para cuidar de ese rebaño. Aquel mandato es para él: Cuida mis ovejas, apacienta a mi rebaño. Es el mandato del Señor para Pedro el que él cumple en su persona.

Ahora, ¿cómo es este Papa? Porque no solamente qué es el Papa sino cómo es él. El Papa es un intelectual, el Papa de la razón. Es un hombre que tiene una vocación para la ciencia teológica y a eso dedicó su vida. Fue sacerdote –claro está- y profesor de universidad, distinguidísimo.

Cuando llegó aquella magna reunión de la Iglesia Católica en los años 60, que se llamó el Concilio Vaticano II, cuando el Papa estuvo durante tres años, cuatro años prácticamente, al frente de la Iglesia reuniendo a todos los obispos del mundo, allí estaba él, el teólogo Ratzinger, como el consejero de aquella gran reunión. Después, más adelante,  fue nombrado obispo, Arzobispo de Munich, en Alemania, su patria natal, y cardenal más tarde. Y después ya el Papa Juan Pablo II lo nombró a él colaborador suyo inmediato y lo puso al frente de la doctrina de la fe.

El hombre de la razón ahora tenía que dedicarse al otro tipo de conocimiento que tiene el ser humano, que es el de la fe. Hay dos modos de conocimiento en el hombre: el de la razón y el de la fe, y los dos tienen una fuerza muy grande. Si la razón ha desarrollado el mundo y ha creado civilizaciones, la fe también lo ha hecho. Y Fe y Razón juntas han sido capaces de crear la gran civilización occidental, Biblia y mundo griego de filósofos y de pensadores son inseparables en esta civilización nuestra. Pero él que era hombre de escuela, de razón, de filosofía, de pensamiento, tiene ahora que ser el que está al frente de la congregación que cuida de la doctrina de la fe, es decir, de ese otro modo de conocimiento que nos viene dado por Dios, la revelación. Y la revelación es lo que la Biblia nos presenta. Lo que después la tradición recoge y nos entrega.

La revelación es algo que viene de Dios y no puede ser alterado. En un mundo donde hay desde el punto de vista filosófico tanto movimiento, hacia un sentido o hacia el otro, con respecto a lo que es la verdad, es un riesgo muy grande que este mismo movimiento se introduzca en el campo de la fe, aun en el campo del pensamiento.  El Papa Benedicto XVI es el Papa de la Verdad. Porque en su condición de científico del pensamiento teológico, él sabe que no hay ciencia sin verdad. Nadie puede llegar a un nuevo descubrimiento científico si no llega a la verdad de las cosas. Nadie puede llegar a un tipo de conclusión válida acerca de un diagnóstico de la realidad si no llega a la verdad de las cosas. Es decir, el ser humano tiene que buscar la verdad y él ha sido un defensor de esta causa, del buscador de la verdad.

El mismo se pregunta en uno de sus escritos: ¿en nombre de la verdad cuántas injusticias y cuántas cosas malas se han hecho? Es verdad, es cierto, porque en nombre de la verdad muchas veces relativizada, la verdad de este o de aquel, se puede llegar a un relativismo que cada uno reclame su verdad y podamos entonces llegar a un laxismo en el sentido ético por el cual nosotros somos indiferentes a cualquier tipo de pensamiento y nuestra actitud ante la vida se vuelve acomodaticia, variable, o podemos llegar a un absolutismo o a un verdadero régimen totalitario o tirano cuando alguien cree que tiene una verdad y es esa.

No es eso lo que el Papa propone con respecto a la verdad. Ninguno de esos dos excesos puede ser aceptado. La verdad es la que es y yo no puedo ni seguir esas corrientes de verdades todas individuales y subjetivas, que son variables, ni puedo someterme a una verdad erigida como totalidad en la cual yo tengo que encontrar como el único modo de sentir y de pensar. El Papa es este guardián de la verdad. Que nosotros lo recibamos así, como aquel que viene a traernos toda esta verdad, toda esta búsqueda… Buscador de la verdad es lo que quiere él que nosotros seamos, porque ahí nos podemos encontrar todos los seres humanos. Porque cualquiera tiene una parcela, una parte de esa verdad.

El viene así a traernos todo esto, a traernos también un corazón muy pastoral. El Papa viene a hacernos una visita pastoral. A cumplir el mandato que Jesús dio a Pedro: Apacienta a mis corderos, apacienta a mis ovejas. El viene a traer esto con un verdadero corazón de pastor. Conozco esta actitud -yo diría  cariñosa- del Papa en el trato con las personas. El hecho de haberlo presentado como un alemán, como un hombre de razón, como un intelectual de universidades, puede hacer que algunos crean que es aquel hombre de la disciplina, de la fe que debe ser custodiada siempre, cargo que ejerció durante muchos años. Pero esto es algo que impactó a los obispos de Cuba cuando visitamos Roma y él era el cardenal que estaba a cargo de la doctrina de la fe. Teníamos que ir a los distintos ministerios que tiene la Iglesia en nuestra visita que cada cinco años tenemos que hacer a Roma para informarnos, rendir cuenta de cómo marcha la Iglesia, etc.

Al llegar a la doctrina de la fe en Cuba no había grandes problemas en este sentido y pensábamos que sería un trámite formal, pero aquel Cardenal Ratzinger, hoy Papa, nos recibió con un afecto, con una simpatía, con un deseo de saber sobre nosotros sobre nuestra vida, sobre nuestro sistema social, sobre cómo andaban las cosas en Cuba, nos acogió de tal modo que era la última de nuestras visitas en Roma y salimos diciendo es la mejor de todas, nadie nos ha acogido y nadie ha estado tan interesado en nuestra vida y en nosotros como este hombre. Bueno, ese hombre es el que llegó a ser el Papa de la Iglesia, el que ahora viene a visitarnos.

Recuerden que al principio les decía que él se quejaba un poco en el primer momento de la edad que tenía. Después de esto él fue a Australia, fue al África, ha viajado y ahora viene a Cuba. Ya viene con 84 años, casi a punto de cumplir 85. Es un hombre de mucho sentir humano, de mucho corazón, y así va a venir a visitarnos a nosotros. Y yo creo que nuestra respuesta debe ser adecuada a este interés que él mostró.

Ahora en nuestra última reunión en Roma, hace unos días, cuando se crearon nuevos cardenales, estaba yo en la reunión de la mañana y al terminar él –estaba yo como en la tercera fila- que recogía sus papeles de la sesión de la mañana para irnos ya a la hora del almuerzo, levantó la vista y me vio, y entonces me llamó, con una sonrisa, de tal manera que fui yo el primer cardenal que fue a saludar al Papa aquel día. Y entonces con gran afecto me tiende la mano y me dice: Nos vemos en La Habana. Yo creo que para mi fue… El no puede hablar mucho con todo el mundo porque tiene mucha gente con quien hablar. Pero esas palabras que él me  dirigió al final indican todo su deseo, sus simpatías, sus ansias de visitarnos y de cumplimentar nuestra invitación y de venir como peregrino a Cuba en este año jubilar.

Los invito a todos para que estén con el, tanto en Santiago, a ustedes los santiagueros, como a ustedes, los habaneros, a estar aquí. Los de otras provincias pues en la medida que el transporte se les facilite y tengan fuerzas para esto pues también. Si no, pues en la televisión podrán seguir su presencia entre nosotros.

Que el Señor nos conceda un buen tiempo y una presencia del Papa en Cuba que dejará esa huella espiritual no contabilizable, no reducible a estadísticas, pero que será siempre también en nuestro corazón, en el espíritu del pueblo, porque en último término la espiritualidad del pueblo es tan importante, muchas veces, como sus necesidades materiales.

Que el Señor los bendiga a todos.

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