Como parte de las grandes
actividades programadas en el Año de la Fe, por la Santa Sede, este domingo 2
de junio, el Papa Francisco presidirá en la Basílica de San Pedro, en Roma, la
Solemne Adoración Eucarística, acto que se realizará de manera simultánea y
mundial, en comunión con los Obispos y sus respectivas comunidades diocesanas,
en los cinco continentes.
La Solemne Adoración
Eucarística simultanea, se celebrará en el Vaticano, a las 17:00 horas (hora
local de Roma), con ocasión de la Fiesta del Corpus Christi. Se busca que este
momento de carácter universal sea un gesto de comunión espiritual, por
consiguiente se espera que todos los Obispos se unan al Santo Padre en esta
hora de adoración; por eso se invita a todos los Pastores a promover en cada una
de sus catedrales esta hora de adoración eucarística, de manera simultánea,
según su hora local, con la Santa Sede.
Asimismo, se espera que esta
iniciativa se extienda al mayor número posible de parroquias y otras realidades
eclesiales. Así, muchos fieles podrán unirse al mismo tiempo con los Obispos y
el Sucesor de Pedro en adoración a Jesús, vivo en el sacramento del altar. Este
evento resalta la intención del Papa Emérito Benedicto XVI, quien entre los
motivos que lo llevaron a proponer el Año de la Fe, era “intensificar la
celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía, que
es la cumbre a la tiende la acción de la Iglesia y también la fuente de donde
mana toda su fuerza” (Porta Fidei, n. 9).
Durante la Adoración
Eucarística, se rezarán por las intenciones propuestas por el Papa Francisco.
La primera intención es: “Por la Iglesia,
extendida en todo el mundo y hoy en señal de unidad recogida en la adoración de
la Santísima Eucaristía. Que el Señor la haga cada vez más obediente a la
escucha de su Palabra para presentarse ante el mundo siempre “más hermosa, sin
mancha, ni arruga, sino santa e inmaculada”. Que a través de su fiel anuncio,
la Palabra que salva resuene aún como portadora de misericordia y haga que el
amor se redoble para dar un sentido pleno al dolor y al sufrimiento,
devolviendo alegría y serenidad”.
La segunda intención es: “Por aquellos que en los
diversos lugares del mundo viven el sufrimiento de nuevas esclavitudes y son
víctimas de la guerra, de la trata de personas, del narcotráfico y del trabajo
“esclavo”; por los niños y las mujeres que padecen todas las formas de la
violencia. ¡Que su grito silencioso de ayuda encuentre a la Iglesia vigilante
para que, teniendo la mirada puesta en Cristo crucificado no se olvide de
tantos hermanos y hermanas dejados a merced de la violencia!. Por todos
aquellos que, además, se encuentran en la precariedad económica, sobre todo los
desempleados, los ancianos, los inmigrantes, los que carecen de hogar, los
presos y cuantos experimentan la marginación. ¡Que la oración de la Iglesia y
su cercanía activa les de consuelo y ayuda en la esperanza y fuerza y audacia
en la defensa de la dignidad de la persona!”.
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