17-11-2012 Radio Vaticana
(RV).- La salud es un bien universal -nunca una mercancía-
y la medicina debe estar siempre éticamente al servicio de todo hombre sin
distinción, con políticas sanitarias apropiadas. Benedicto XVI destacó el
apremiante compromiso de la nueva evangelización, en particular en la tutela de
la dignidad humana de los que sufren, al recibir este mediodía a los
participantes en el encuentro promovido por el Pontificio Consejo para los
Agentes Sanitarios.
Unas tres mil personas, entre ellos también algunos enfermos
con sus familiares, así como, entre otros, algunos representantes de la
Federación Europea de Asociaciones Médicas Católicas, voluntarios de la Unión
Italiana que acompaña a los enfermos y discapacitados a los santuarios
internacionales, personal sanitario y capellanes, escucharon con emoción las
palabras del Papa, que renovó el Mensaje especial del Concilio Vaticano II a
los que sufren, asegurando la cercanía de la Iglesia.
Iglesia –recordó Benedicto XVI– que interpela también a
los profesionales y voluntarios de la sanidad, llamados a la sensibilidad y al
estudio y cuyo ‘ser católicos, sin temor’ les da asimismo una mayor
responsabilidad en la sociedad y en la misma Iglesia: (Escuchar audio)
«Es éste un compromiso de nueva evangelización también en
tiempos de crisis económica, que sustrae recursos a la tutela de la salud.
Precisamente, en este contexto, hospitales y estructuras de asistencia deben
repensar su propio papel para evitar que la salud se vuelva una simple
‘mercancía’ sometida a las leyes del mercado y por lo tanto un bien reservado a
pocos. Nunca se puede olvidar la atención especial debida a la dignidad de la
persona que sufre, aplicando también en el ámbito de las políticas sanitarias,
el principio de subsidiariedad y de la solidaridad. Hoy, si por un lado,
gracias a los progresos técnicos y científicos, aumenta la capacidad de sanar
físicamente al enfermo, por otro, parece disminuir la capacidad de ‘cuidar’ a
la persona que sufre, considerada en su integridad y unicidad. Parecen
desvanecerse los horizontes éticos de la ciencia médica, que corre el riesgo de
olvidar que su vocación es la de servir a todo hombre y todo el hombre, en las
diversas fases de su existencia».
Gratuidad, compartir, abnegación, solidaridad, entrega,
servicio... Con la parábola evangélica del Buen Samaritano y evocando al Beato
Juan Pablo II, el Papa hizo hincapié en que el centro de la actividad médica y
asistencial debe ser siempre el bienestar humano, en particular cuando la
persona es más frágil e indefensa. Tras alentar a ir más allá del enfoque
clínico, abriéndose a la dimensión de la trascendencia, Benedicto XVI recordó
asimismo el apostolado de los capellanes y asistentes religiosos, recordando la
tarea de reflejar en el misterio del sufrimiento la gloria de Cristo
Resucitado.
Y saludando con especial afecto a los enfermos, cuyo
silencioso testimonio es eficaz signo e instrumento de evangelización para los
encargados de cuidar de ellos y sus familiares, volviendo al mensaje del
Concilio, el Papa les recordó que son los hermanos de Cristo paciente, y con
El, si quieren, salvarán al mundo.
Antes de impartir de corazón, su Bendición Apostólica,
Benedicto XVI encomendó a todos a la Virgen María, Salud de los Enfermos, para
que guíe sus pasos y los haga cada vez más testimonios activos e infatigables
de la ciencia cristiana del sufrimiento.
(CdM - RV)
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