miércoles, 29 de septiembre de 2021

La conciencia de la culpa y el pecado principia el engrandecimiento de la vida (Lc 16, 1-8 y 18, 1-8)[1]

 En el contexto de valoración y estima de la auto referencialidad, búsqueda y defensa de la libertad y promoción de sensibilidad a aquello que atente la vida, ¿cómo gestionar aquellas realidades negativas que afectan directa o parcialmente la vida propia?, ¿la culpa y el pecado es una limitante para la relación y comunión con Dios?, ¿qué tipo de relación exige Dios?

Ser víctima y victimario es camino seguro a la deshumanización y una limitante en la realización del ser humano. Pero la víctima no existencia por casualidad, sino que alguien las causa: un victimario. Por otra parte, las situaciones de dolor, culpa y pecado, injusticia y deshumanización que padecemos pueden ser asumidas en forma positiva o negativa. Afrontarlas negativamente conlleva a la condenación y eliminación propia o de los demás. Es obstaculizar, limitar y aniquilar el futuro. Asumir positivamente el dolor o la culpa es una gran oportunidad para la humanización, para crecer en experiencia fraterna y en la compasión. Es gestar y concretar el futuro de vida saludable desde el presente.

A través de dos textos del evangelio de San Lucas, el propósito es reflexionar y considerar el sentimiento y la conciencia en relación a la culpa y el pecado como realidades presentes en el ser humano; pero a la vez caer en la cuenta que la conciencia de la culpa y del pecado principia el camino para perdonar, restablecer los vínculos y engrandecer la vida.

En el texto de Lc 16, 1-8 Jesús no aprueba el engaño como tampoco es complaciente con la deshonestidad del administrador. Jesús utiliza el proceder del administrador para impactar en sus oyentes y sacarlos de la falsa seguridad de la perfección y de la inmovilidad complaciente. La meta de Jesús es sacudir a la persona y despertarlo de la inmovilidad limitante. Ello implica romper con la auto-justificación engañosa o consoladora. Es muy importante ser creativos o ingeniosos para conectar con nuestra interioridad y administrar nuestras capacidades para recuperar y crear vínculos saludables y vivificantes. 

Por otra parte, en el texto de Lc 18, 1-8 encontramos a una mejer sola y viuda ante el juez indiferente. La mujer viuda está expuesta a lo negativo y al abuso, no sólo de sus enemigos, sino también es vulnerable ante un juez arrogante. La mujer está afectada en la búsqueda de su dignidad. Es víctima e indefensa ante fuerzas limitantes.

Los enemigos de la mujer representan todo aquello que hace sufrir, afligir, hiere y limita la vida. Por su parte, el juez representa el egoísmo (super-yo), el poder prepotente, el monólogo excluyente y la autoridad abusiva. Ésa fuerza exterior o interior que pretende empequeñecer y callar la fuerza del Espíritu presente en la vida.

La mujer represente la fuerza del espíritu y la vida que lucha por un bienestar justo e integral. La perseverancia, la confianza, la oración y el diálogo abierto son medios aparentemente débiles, pero son la fuerza esencial que remueve el mal limitante y, fuerza que amplia y engrandece la vida. En la mirada amplia, en la oración perseverante y en el diálogo sincero con el “otro” el espíritu florece, la carga se aligera y las heridas encuentran el remedio. La acogida, la oración y el diálogo ayudan a entrar en contacto con nuestro verdadero yo. El mundo del mal, los enemigos de la vida, el sentimiento de culpa y el pecado que hacen sufrir no han de empañar, limitar y destruir la presencia cercana y actuante de Dios que favorece el espíritu de comunión. 

Por ello, pretender desarrollar la vida sólo desde el sentimiento de culpa es empequeñecer al ser humano, es despreciarlo y destruirlo. Anclarse en el sentimiento de culpa es encerrarse en la auto-referencialidad y en el narcisismo perfeccionista. Jesús en las dos parábolas enseña a salir de este encerramiento limitante asumiendo el padecimiento y el dolor, no para promover un narcisismo espiritual; sino para provocar la fuerza del efecto dominó que tiene la toma de conciencia del pecado para no permitir que la culpa y la falta se enraícen como paralizantes. Los dos textos bíblicos nos desafían a no esconder o justificar la culpa y el pecado, sino a ponernos en relación con ese “otro” causante de dolor. La culpa y el pecado es necesario gestionarlo desde la gracia del perdón para sanar. Tomar conciencia de la culpa y del pecado es buscar la raíz del dolor y asumirlo para salir al encuentro de la reconciliación, de la salud psíquica y física. Es necesario pasar de una praxis religiosa de auto-referencialidad a una mística antropológica cristiana inter-relacional. Engrandecer la vida participando del reino de Dios es imposible, real y liberadora.  

Conclusiones a partir de los textos bíblicos considerados: 

1.    El sentimiento de culpa es propio de la naturaleza humana y es universal, pero es impropio y enfermizo encerrarse en la culpabilidad narcisista y en el perfeccionismo farisaico.

2.    Es saludable y liberadora reconocer en la praxis cotidiana y religiosa aquellas actitudes que adormecen el Espíritu de Dios presente en la persona.

3.    La culpa y el pecado no ha de ser asumido desde la rabia narcisista o sólo desde la transgresión, sino desde la conciencia de la gravedad del mal y la debilidad propia del ser humano.

4.    Dios nos ah principiado a todos con misericordia y para la comunión. El encapsulamiento de la misericordia de Dios y la cerrazón al amor salvífico es responsabilidad de la persona.

5.    La práctica de la reconciliación desde la conciencia de la culpa y el pecado es gracia sanante y don encarnado de Dios que principian el engrandecimiento de la vida.

6.    La oración no sirve para conseguir cosas. La oración es “útil” para cultivar la confianza, para gestionar la solidaridad y para humanizar el corazón.

7.    Para salir de la culpa y para sanar es necesario concienciar el dolor y dar nombre al sentimiento que hiere.

8.    La humildad y la sinceridad ayudan a ubicarse como creatura para la grandeza y potencia el engrandecimiento de la vida.

P. Joselito López Osorio MSC

 



[1] GRüN, Anselm (2003) Jesús, imagen de los hombres. El evangelio de Lucas. (7ª reimp. 2014) Verbo Divino. España, pp. 60-61 y 69-71; PAGOLA, José Antonio (2012) El camino abierto por Jesús. Lucas (6ª Ed.) PPC. España, pp. 254-261 y 284-290; PASCUAL GARCÍA, José Ramón (2020) El principio compasión. Vivir desde una ética samaritana. PPC. España, pp. 37-73; CENCINO, Amadeo (2019) Ladrón perdonado. El perdón en la vida del sacerdote. (4ª Reimp.) Sal Terrea. España, pp. 89-119; DOMINGUEZ MORANO, Carlos (2019) Creer después de Freud. (4ª Ed.) San Pablo. España, pp. 140-169

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