Lectura del santo evangelio según san Juan
20,11-18
“En
aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras
lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados,
uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan: Mujer, ¿por qué lloras? Ella les contesta: Porque se han
llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto. Dicho esto, da media vuelta y
ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: Mujer, ¿por qué
lloras?, ¿a quién buscas? Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: Señor,
si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré. Jesús le
dice: ¡María! Ella se vuelve y le dice: ¡Rabboni!, que significa: ¡Maestro!
Jesús le dice: Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis
hermanos y diles: Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios
vuestro. María Magdalena fue y anunció a los discípulos: He visto al Señor y ha
dicho esto”.
Reflexión del Evangelio de hoy
¿Qué
tenemos que hacer?
El
día de Pentecostés, Pedro se dirige a los judíos y les dice: “con toda
seguridad conozca toda la casa de Israel que al mismo Jesús, a quien vosotros
crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías”.
Toda
una proclamación de fe que no se encierra en la comunidad de los discípulos, si
no que se amplía hacia un horizonte universal, todo el pueblo judío.
La
respuesta a esta pregunta la contesta Pedro con la conversión y con el bautismo
en nombre de Jesús el Mesías, porque el don del Espíritu, que se ofrece a
todos, judíos y gentiles, se recibe convirtiéndose y recibiendo el bautismo.
Éste se administra invocando a Jesús como Mesías y produce el perdón de los
pecados.
Unos
versículos anteriores, habla del patriarca David, que murió y lo enterraron, y
que habló previéndolo de la resurrección del Mesías cuando dijo que no lo
abandonará en el lugar de los muertos y que su carne no experimentará la
corrupción.
¿Mujer
por qué lloras?
El
Evangelio nos narra la aparición del Resucitado a María Magdalena, que sentada,
en la puerta del sepulcro sollozaba. Unos ángeles le preguntan ¿por qué
lloras? Y ella contesta que buscaba el cuerpo de Jesús, que se lo habían
llevado y que no sabía dónde lo han puesto. María no es consciente que no es en
el sepulcro donde hay que buscar a Cristo resucitado, sino en el encuentro
personal y la oración.
Por
eso, el Resucitado le hace la misma pregunta, ¿por qué lloras? Pero le añade
una pregunta mayor ¿a quién buscas? El resucitado la centra en su llanto. No es
el cuerpo muerto lo que has de buscar, si no al resucitado. Una vez cae en la
cuenta de la identidad de quien le habla, y reconoce al Cristo, es cuando María
recibe la Misión de anunciarlo a sus discípulos.
Es la
hora de la Iglesia, del encuentro con el resucitado, donde se dará una fe más
profunda y auténtica, lejos de toda cobardía y confusión. María representa a la
mujer creyente, que quiere buscar más allá de sus llantos un sentido a la vida
y al amor que le han arrancado del alma.
Fr. Alexis González
de León O.P.
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)
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