Hoy, Jesús alude al Bautista: él —último profeta del
Antiguo Testamento— señaló a Cristo; y Éste señala al Padre. Efectivamente,
"a Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo único, que está en el seno del
Padre, es quien lo ha dado a conocer". En Jesús se cumple la promesa del
nuevo profeta. En Él se ha hecho plenamente realidad lo que en Moisés era sólo
imperfecto: Él vive ante el rostro de Dios no sólo como amigo, sino como Hijo.
Sólo partiendo de esta afirmación se puede entender
verdaderamente la figura de Jesucristo, tal como se nos muestra en el Nuevo
Testamento. En ella se fundamenta todo lo que se nos dice sobre las palabras,
las obras, los sufrimientos y la gloria de Jesús. Si se prescinde de este
auténtico "baricentro", no se percibe lo específico de la figura del
Señor.
—Tu oración, Jesús, es la conversación del Hijo con el
Padre, en la que está implicada tu alma humana (conciencia y la voluntad):
también quiero implicarme yo.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
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