Es tan puro y grande el amor de una madre que solo puede
compararse con el amor de Dios, dijo un poeta. Al acercarse la celebración del
día de la madre queremos agradecer, reconocer y valorar a aquella mujer cuya
maternal misión ha dejado huellas en la historia: ya sea fortaleciendo el
corazón de un hijo en el silencio de su lucha ya sea sosteniendo civilizaciones
con su amor y su dulzura.
La madre cuyo amor, en la infancia, estructura el alma de
su hijo, es la que con su vida y con su ejemplo señala los valores que forman
al ciudadano del futuro. Cuando miramos los inicios de nuestra existencia,
marcados por la debilidad y la fragilidad, admiramos el poder de la sonrisa de
aquella heroína silenciosa que llamamos madre. Ella cuidó nuestra vida y la
protegió con inefable dulzura muchas veces o con indómita bravura cuando se
cernía una amenaza. A ella, hoy homenajeamos rendidos de admiración.
En las Sagrada Escrituras encontramos admirables
testimonios de amor maternal. Desde aquella mujer que ante el juicio del rey
Salomón prefiere entregar al hijo de sus entrañas -por que luchaba- antes que
permitir que sea asesinado, hasta la heroica madre de los Macabeos que para no
traicionar su fe asiste al holocausto de sus hijos, muriendo en cada uno de
ellos, pero alentándolos -segura de la resurrección- a ser fieles a Dios y
coherentes con su fe hasta el martirio.
A ti venerable madre gracias por estar cerca de cada uno
de tus hijos como si fuese el único. Que aquellos que te aman sepan alegrar tu
corazón y Dios premie tu amor sin condiciones con la paz y la felicidad por la
intercesión de la Virgen María.
¡Feliz Día de la Madre!
P. Guillermo Inca Pereda OSJ
Secretario Adjunto
Conferencia Episcopal Peruana
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