Martirologio Romano: Conmemoración del triunfo de los
siete santos hermanos mártires, que, en Antioquía, de Siria, durante el reinado
de Antioco Epifanes, por su invencible fidelidad en el cumplimiento de la Ley
del Señor sufrieron un fin cruel, al igual que su madre, que presenció con
dolor la muerte de cada uno de sus hijos, coronada de gloria en todos ellos,
como se nos refiere en el libro de los Macabeos. Conmemoración, asimismo, de
san Eleazar, uno de los primeros escribas, varón de edad avanzada, que, en la
misma persecución, por negarse para salvar su vida a comer carne prohibida,
aceptó una muerte gloriosísima antes que una vida despreciable y se adelantó al
lugar del suplicio, dándonos un gran ejemplo de fortaleza.
En la Santa Biblia hay dos libros llamados de Los Macabeos
(palabra que significa: "fuerte contra el adversario"). Allí se
narran las historias heroicas de quienes prefirieron perder todos sus bienes y
hasta morir, con tal de defender la santa religión del verdadero Dios.
En el libro 2º de los Macabeos, capítulo 7º, se narra la
historia de los siete hermanos mártires, los cuales fueron cruelmente
atormentados para hacerles renegar de la fe, pero prefirieron toda clase de
tormentos con tal de permanecer fieles a los mandatos de Dios hasta la muerte.
La siguiente es su historia, según la cuenta la S. Biblia:
Sucedió que siete hermanos israelitas fueron apresados,
junto con su madre, y eran forzados por el rey a que renegaran de la santa
religión verdadera. Fueron flagelados con azotes y fuetes de cuero, para que
hicieran lo que la santa religión prohíbe.
Uno de ellos decía al impío rey Antíoco que pretendía
alejarlos de la religión de sus padres: -"¿Qué pretendes de nosotros?
Estamos dispuestos a morir, antes que desobedecer las leyes que Dios les dio a
nuestros antepasados".
El rey lleno de rabia, mandó prender fuego debajo de
sartenes y calderas, e hizo echar allí la lengua del que había hablado en
nombre de los demás. Hizo que le arrancaran toda la piel de la cabeza, y que le
cortaran las manos y los pies, en presencia de sus hermanos y de su madre.
Cuando quedó completamente inutilizado, viendo que todavía respiraba, mandó el
rey que lo echaran a un sartén que estaba sobre el fuego y allí lo tostaran.
Aparte, mientras el humo de la sartén se difundía lejos, los demás hermanos,
junto con su madre, se animaban mutuamente a morir con generosidad y decían:
"El Señor Dios cuida de todos nosotros y está
presenciando lo que sucede. Siempre se cumplirá lo que prometió Moisés: Dios se
compadece de sus amigos".
Cuando el primero pasó a la eternidad, llamaron al
segundo, y después de arrancarle la piel de la cabeza y todos sus cabellos, le
preguntaron: "¿Está dispuesto a hacer lo que le prohíbe su religión? ¿O
quiere ser torturado en su cuerpo, parte por parte?".
Él respondió: "¡De ninguna manera y por ninguna causa
haré jamás lo que prohíbe mi santa religión!".
Y entonces lo torturaron del mismo modo que habían hecho
con el primero. Antes de que le arrancaran la lengua dijo al rey: "Tú,
injusto y criminal, nos privas de la vida presente. Pero el Rey de los cielos
nos resucitará para la vida eterna a los que morimos por cumplir sus santas
leyes".
Luego llamaron al tercero. Este presentó la lengua para
que la arrancaran y las manos para que se las cortaran, pero antes dijo:
"Por bondad del Dios del cielo poseo esta lengua y estas manos. Pero por
cumplir sus santas leyes renuncio a todo esto que es tan precioso y útil. Yo
espero que en la eternidad me devolverá el Señor lo que he sacrificado por su
amor". El rey y sus acompañantes estaban admirados y sorprendidos del
valor de aquel muchacho que no tenía miedo a tan terribles dolores con tal de
cumplir lo que le mandaba su santa religión. Lo maltrataron y asesinaron como a
los otros dos.
Hicieron pasar en seguida al cuarto hermano y lo
maltrataron con feroces suplicios. Cuando ya estaba agonizante y cerca de su
fin, exclamó: "Es preferible morir a manos de los hombres con tal de
conseguir ser resucitado para la vida eterna. En cambio para los enemigos de
Dios y de su religión no hay esperanza para la eternidad".
En seguida llevaron al quinto hermano y se pusieron a
atormentarlo. Él, mirando al rey le dijo: "¿Se imagina que porque tiene un
alto puesto de gobierno puede hacer todo lo que se le antoja? Pero no crea que
Dios ha abandonado a quienes pertenecemos a la verdadera religión. Ya verá que
pasado un poco de tiempo, nuestra santa religión triunfará, mientras a ustedes
les sucederán cosas muy desagradables".
Después de este, trajeron al sexto hermano el cual, cuando
estaba a punto de morir a causa de tan terribles tormentos, exclamó: "No
se hagan ilusiones los que combaten contra la religión del verdadero Dios,
pensando que nada malo les va a suceder por todo esto. A nosotros nos sirven
estos sufrimientos para poder pagar nuestros pecados, pero a los que luchan
contra Dios, les esperan males espantosos".
Sigue diciendo la S. Biblia, en el Capítulo 7º del 2º
libro de los Macabeos: "Admirable en todo aspecto y digna de todo glorioso
recuerdo, fue aquella madre que al ver morir a todos sus hijos en el espacio de
un solo día, padecía todo esto con valentía, porque tenía la esperanza puesta
en los premios que Nuestro Señor tiene reservados para sus fieles amigos.
Animaba a cada uno de ellos hablándoles en su lenguaje patrio, llena de
generosos sentimientos y estimulándonos a sufrir con gran valor les decía:
- Yo no sé cómo mi Dios me concedió el honor de ser madre
de cada uno de ustedes. Qué honrada me siento al ver que ahora entregan su
espíritu al Creador por defender sus santas leyes. Él en cambio les concederá
la gloria eterna".
El rey Antíoco se propuso ganarse al más pequeño de los
hermanos y le ofreció regalos y hacerlo rico y concederle altos empleos con tal
de que abandonara la religión del Dios de Israel. Viendo que el muchacho no le
hacía caso, el rey llamó a la mamá y le pidió que tratara de convencer al joven
para que salvara su vida renegando de su religión.
Entonces aquella valerosa mujer se acercó a su hijo y le
dijo: "Hijo: ten compasión de mí, por amor a tu madre no vayas a renegar
jamás de la santa religión de nuestros antepasados. Recuerda que estás
obedeciendo al Dios que creó los cielos y la tierra. No le tengas miedo a este
verdugo que te quiere quitar la vida del cuerpo, porque si perseveras fiel, nos
encontraremos todos juntos con tus hermanos en la vida eterna del cielo".
Tan pronto como la mamá terminó de hablar, el joven gritó:
"¿Qué más esperan? Jamás obedeceré al mandato del rey que pretende hacerme
renegar de mi religión y que yo desobedezca a las leyes que Dios nos dio por
medio de Moisés. Y Usted rey, que es el causante de todos estos males que
suceden en nuestro pueblo de Israel, ¡esté seguro de que no se va a librar de
los castigos del Dios! Nosotros sufrimos para pagar nuestros pecados y los
pecados de nuestro pueblo, pero con esto estamos calmando la ira de Dios. Pero
a usted rey criminal y malvado, lo espera el terrible juicio de Dios y de Él no
logrará librarse. Y Dios todo lo ve y todo lo sanciona. Mis hermanos después de
haber sufrido estos tormentos han ido a la vida eterna. Pero a los enemigos de
la religión les espera el castigo merecido por sus pecados. Yo, como hicieron
mis hermanos, ofrezco mi vida por mi patria y por mi religión, para que tenga
misericordia de nuestro pueblo y retire de nosotros los castigos que
merecemos".
Al oír tales declaraciones el rey se llenó de furor y
mandó que al séptimo y más joven de los hermanos lo atormentaran con mayor
crueldad que a los demás. Y después de matarlo a él, hizo asesinar también a la
santa heroica madre.
Feliz familia que en un solo día conquistó el reino de los
cielos proclamando con valor que es preferible morir antes que renegar de la
verdadera religión, la que nos enseñaron nuestros antepasados.
Cada día haz algo que tenga el sabor de amor y de servicio
a quien no te lo pida.
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