martes, 3 de abril de 2012

El apóstol: debilidad humana y llamada divina


La Última Cena, de Leonardo da Vinci

Hoy, en el Evangelio, Jesús se conmueve ante la debilidad de los suyos. Sabe que, pocos días después, padecerá mucho por nuestra salvación. Con discreción y delicadeza, se lamenta de que uno de ellos le traicionará. Ninguno lo cree posible. Simón Pedro, que ama sinceramente al Señor, hace todo tipo de declaraciones. Pero..., en realidad, tres días después negó tres veces conocer al "Nazareno".

He aquí el misterio de la debilidad de los Apóstoles elegidos por Jesucristo mismo. Todos y cada uno somos —más o menos— como Judas o como Simón Pedro. Lo más grande es que Dios no deja de llamarnos a su lado. Y siempre nos perdona si, como Pedro, sabemos llorar.

—Señor Jesús, desconfío de mis fuerzas: sin ti no puedo seguirte a ti. Gracias porque me has llamado, pero, por favor, ten paciencia conmigo y no me dejes aunque yo te dejara. Pido a san Pedro que, con su corazón, siempre pueda regresar a Dios.

* Texto elaborado a partir de textos de Benedicto XVI (Master evangeli.net)

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