Lectura
del santo evangelio según san Lucas 10,1-9
En aquel
tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en
dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él.
Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa." Y si allí hay gente
de paz,
descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la
misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario.
No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed
lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: "Está cerca de
vosotros el reino de Dios."»Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa." Y si allí hay gente
Reflexión
del Evangelio de hoy
Convocados
a anunciar la Palabra
En este
texto de San Pablo podemos ver cómo era el día a día de aquella Iglesia
naciente, de aquellos primeros cristianos que traspasan las fronteras de Israel
para anunciar a Cristo Resucitado. Y no debió resultar nada fácil a tenor de
las palabras del apóstol. Las instrucciones y recomendaciones que da a Timoteo
así lo indican: ten cuidado, tráeme esto, habla con aquel… Organiza de manera
precisa la misión en todos sus detalles ¡hasta le pide un abrigo olvidado en
casa de un amigo!
Pero lo
verdaderamente interesante lo encontramos al final: …”el Señor me ayudó y me
dio salud para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran los gentiles”
San Pablo es consciente de que solo no puede nada, de que necesita la ayuda de
Dios para realizar su anuncio, sin Él poco podemos hacer. Pero sobre todo es
importante lo que anota al final: …”de modo que lo oyeran los gentiles”.
Ya no hay un “pueblo elegido”, ya no son unos pocos los llamados. El anuncio
del Evangelio es para toda la humanidad, sin ningún tipo de distinción. Todos
estamos convocados a participar de la Buena Nueva, de la Resurrección de
Cristo, de la vida eterna. Hoy este mensaje de San Pablo está más vigente que
nunca pues son muchos los “gentiles” que nunca han oído hablar de Jesús, que no
conocen su mensaje. Y los que lo conocemos tenemos el deber de anunciarlo allá
donde estemos, con sencillez, con naturalidad. Con la ayuda de Dios seremos los
apóstoles del Siglo XXI, porque no debemos olvidar que formamos parte de una
Iglesia Santa, Católica y Apostólica.
La mies
es mucha y los trabajadores pocos
Esa frase
debería resonar en nuestros corazones en todo momento, sobre todo para
reflexionar sobre quienes son hoy los obreros. De pequeño yo pensaba que se
refería exclusivamente a los sacerdotes, pero con el paso del tiempo me he dado
cuenta que también nosotros, los seglares, debemos prestar nuestras manos para
trabajar por el Reino de Dios. No debemos ser pasivos, limitarnos a recibir la
Palabra y punto. Al contrario, debemos transmitir aquello que recibimos. Si
nuestro corazón experimenta en plenitud el Mensaje de Cristo ¿Cómo podemos
estar quietos? ¿Cómo no querer compartirlo?
En este
pasaje Jesús envía a algunos de sus seguidores a predicar por los caminos y los
pueblos con instrucciones muy precisas. Ellos ya conocían el mensaje y ahora
les explica cómo hacerlo llegar. Y no solo de palabra, también con obras…
“curad a los enfermos”. Nosotros también debemos sentirnos llamados por el
Señor, enviados a predicar la Buena Nueva en nuestro mundo. No hace falta tener
el don de lenguas, hace falta un corazón enamorado de Cristo. No puedo evitar
recordar cómo, siglos después, Nuestro Padre Santo Domingo hizo lo mismo con
sus primeros frailes ante el asombro de todos: los dispersó en vez de
encerrarlos en un convento, los mandó a anunciar el Evangelio a todas partes y
esa es nuestra misión hoy en el mundo. Frailes y monjas, seglares y jóvenes,
amas de casa y trabajadores: todos a una.
La mies
es mucha, muchísima. Nuestro mundo de hoy vive de espaldas a Dios, hay
demasiadas interferencias y se hace necesario separar la paja del grano, hacer
ver a nuestros amigos, a nuestros compañeros y vecinos que Cristo vive por
ellos. Hacen falta brazos para trabajar ¿Estás dispuesto a prestar los tuyos al
Señor?
D. Luis Maldonado Fernández de
Tejada, OP
Fraternidad Laical de Santo Domingo, de Almagro
Fraternidad Laical de Santo Domingo, de Almagro
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