Lectura del santo Evangelio según San Juan 13, 31-33a. 34-35
Cuando
salió judas del cenáculo, dijo Jesús:
–Ahora
es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él. (Si Dios es
glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo
glorificará).
Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros.
Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros.
Os
doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado. La
señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a
otros.
Pautas para la homilía
La comunidad de discípulos construye el reino de Dios, amándose los unos a los otros como Jesús ama
Las
tres lecturas del V Domingo de Pascua, más el salmo, coinciden en su mensaje:
el asombro por la expansión del Reino de Dios, misión propia de la Comunidad
Cristiana que realmente lo es. La experiencia Pascual es un acontecimiento
histórico concreto que traspasa, como las ondas expansivas del agua o de la
luz, el tiempo y el espacio. Y la energía que lo mueve todo es la novedad
absoluta que supone la muerte y resurrección de Jesucristo. No es una
entelequia, es una Nueva Creación, una nueva realidad que ha de construirse.
Obsérvese que el amor es el punto de inflexión de esta gran novedad y la
energía que la dinamiza. Cuidado con el texto evangélico ese “como yo os he
amado” no es una mera relación de comparación, sino un imperativo, un referente
sin el cual la vida cristiana y la misión evangelizadora no tienen alma ni
eficacia.
El
Proyecto del Reino de Dios, inaugurado por Jesús con su encarnación, muerte y
resurrección, provoca un movimiento expansivo, como las ondas que provoca una
gota de agua en un estanque. La noticia de que Jesús está vivo es una
provocación constante para los que quieren encerrar la fe en una serie de
conceptos, más o menos elaborados, pero sin ninguna base real. Ya decía el
Maestro Eckhart que tener una idea de Dios no es conocer a Dios. Santa Catalina
de Siena y Santa Teresa de Jesús insisten en que sólo por el encuentro con
Jesús, vivo y resucitado, es posible encontrar verdaderamente al hombre
(humanidad) y a Dios (deidad). El asombro de la Comunidad Cristiana consiste en
que cuando se sigue de verdad a Jesucristo y se le anuncia sin miedo, con obras
y con palabras, ocurre lo inesperado: ese Reino se expande y da frutos
inmediatos. La Pascua inaugura una nueva creación, un nuevo modelo de
relaciones, un nuevo modo de ser… unos cielos nuevos y una tierra nueva: ser en
Dios porque Dios es en nosotros. La ternura y delicadeza de este acontecimiento
supera lo imaginable. Pero es real y es posible, nada de utopías ideológicas.
La gloria de Jesús, el mejor signo de su vida y el mejor eco de su Verdad es
que sus discípulos se amen los unos a los otros, tomando como referencia el
amor con que Jesús ama a los que le pertenecen. La Comunidad Cristiana, la
Iglesia en todas sus manifestaciones locales, no tiene más instrumentos para su
vida y misión, que el ser discípulo de Jesús, aprendiendo, y haciéndolo, a amar
como El ama.
El imperativo evangélico
de la Iglesia: Amarnos como Jesús nos ama, para que el mundo crea en El y sepa
que somos sus discípulos.
D. Juan José Llamedo González, OP
Fraternidad Sacerdotal de Santo Domingo de España
https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/19-5-2019/pautas/
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