Lectura del santo evangelio según san Mateo 7,21.24-27
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No todo el que me dice "Señor,
Señor" entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad
de mi Padre que está en el cielo. El que escucha estas palabras mías y las pone
en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca.
Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra
la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha
estas palabras mías y no las pone en
práctica se parece a aquel hombre necio
que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron
los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente.»Reflexión del Evangelio de hoy
Con los pasos de los pobres
Isaías
nos presenta un cántico de acción de gracias. En él se habla de una ciudad
fuerte, la de un pueblo justo que mantiene firme el ánimo y la paz. Y todo, por
una razón: porque
confía en Dios.
Esa
confianza en Dios, nos dará fuerzas para comprender cuando en nuestra pobreza
hemos pisoteado, con los pies de los oprimidos, con los pasos de los pobres,
todo cuanto derrumba la dignidad humana: la pobreza, las injusticias, la
soledad, el hambre, la desnudez, cualquier peligro, la guerra.
Por
todo ello, hemos de dar gracias a Dios porque nos mantiene en la paz. El
encuentro de quien espera la alegría produce la paz. Esa paz tan necesaria y
tan frágil. Cualquier acontecimiento la hace tambalear en nuestros días, y se
tardan años para lograr un ámbito para la paz.
La
paz de los pueblos pasa por pisotear, con los pies del oprimido, todo cuanto la
hace perder: las discordias, el egoísmo, el desencuentro, el individualismo, la
desidia, las políticas injustas, la soberbia; todo será humillado.
Son
ellos, los empobrecidos de la tierra los que tienen la misión de abajar los
empoderamientos superfluos de las injusticias. Tan profundo como es su drama en
esta vida, así será de profundo el abajamiento. Dice el cántico: “hasta el
suelo, hasta tocar el polvo”, es decir, hasta hacerlos nada, hasta hacer
desaparecer toda injusticia.
El
encuentro con el que viene, con el que se espera, con el Mesías será un
encuentro firme, con murallas y baluartes para defenderlo. Es un encuentro para
la alegría, por lo que va a nacer. Es un encuentro que merece la pena
contemplar en paz. La esperanza se ha de vivir en paz, su ausencia es señal de
que hemos abandonado todo tipo de esperanza.
¿Cómo
construirla?
Una casa sobre roca
Toda
relación que se preste sana, ha de empezar a construirse sobre cimientos
sólidos. Aquellas que emprendemos con nosotros mismos, con Dios y con los demás
necesita de una casa construida sobre la solidez de buenos cimientos.
Nada
puede mediar de interés egoísta cuando emprendemos un camino de relación.
Nuestra relación con Dios no está al albor de cuanto nos concede sino del
tiempo que dedicamos a la oración. Lo que conceda o no está en la libertad de
Dios. La relación con uno mismo está al servicio del crecimiento personal. Se
necesita escuchar todo cuanto nos sucede, lo que necesitamos y hacer una
apuesta por el coraje de vivir. La relación con los demás necesita de una
mirada sólida para identificar en mi camino de encuentro a quién tengo delante,
cuáles son sus necesidades, con qué se identifica, cuál es su amor y su razón
de vivir, y cuál es la esperanza a la que se siente llamado.
Construir
sobre roca, como dice Jesús en el Evangelio identifica a la persona prudente. Y
la prudencia se basa en la escucha, por un lado, y en la obediencia por otro.
La obediencia debida a Dios para cumplir su voluntad, la obediencia debida a
los hermanos para comprender sus necesidades, y la obediencia debida a nosotros
mismos para comprender qué es lo que nos sucede.
Pidamos
a Dios que en este tiempo de espera estemos atentos a las necesidades de los
demás, sepamos mirar e identificar lo que oprime a mis hermanos, y emprender un
camino juntos hacia la liberación que Dios nos propone en su hijo Jesucristo,
el esperado por los pueblos.
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