Padre José Kentenich, Fundador De Schoenstatt © Schoenstatt |
Celebraciones el 15 próximo
de septiembre
Se preparan las celebraciones por los 50 años de la partida del
Padre José Kentenich. Su carisma interpela a los miembros de Schoenstatt a
vivir una Iglesia en salida.
Fue
el 18 de octubre de 1914 que un joven sacerdote alemán le ofreciera su corazón
a la Virgen María, junto a un puñado de adolescentes seminaristas, en una
minúscula capilla en el valle de Schoenstatt, a escasos kilómetros del río Rin,
muy cerca Coblenza, donde este confluye con el Mosela. Le pidieron a María que
se estableciera en esa capillita, irradiando sus gracias para todo aquel que
llegara a visitarla en la presencia del Señor. Y a su vez, le ofrecieron
aspirar a la santidad, forjando sus personalidades en libertad interior,
reciedumbre de espíritu y entrega apostólica. Fue la primera Alianza de Amor
que se sellara en Schoenstatt, en la capillita que muchos años más tarde se
conocería como el Santuario Original. Ese día es considerado como la fundación
del Movimiento de Schoenstatt. El joven sacerdote era el Padre José Kentenich.
Una
forma de detectar el actuar de Dios en nuestras vidas y en acciones, según el
P. Kentenich, es encontrarse ante tres elementos clave: la pequeñez de los
instrumentos humanos, la magnitud de las dificultades, y la fecundidad como
resultante. Desde el comienzo podemos constatar que Schoenstatt estuvo
caracterizado por este principio. La Primera Guerra Mundial había estallado
hacía escasas semanas. Poco después de la fundación de Schoenstatt, los
muchachos fueron enviados a la guerra. No se puede pensar un peor cuadro si se
pretende que un proyecto fructifique. Pero, los jóvenes, que fueron enviados a
distintos frentes, allí donde estaban, a través de misivas, compartían sus
esfuerzos por crecer en santidad en medio de bombas y granadas, sintiéndose
cobijados espiritualmente en el Santuario de Schoenstatt por María, y siendo
guiados por el P. Kentenich en este camino de crecimiento interior y la
entrega.
Una pedagogía revolucionaria que genera líderes con una gran
misión
Al
finalizar la guerra, regresaron con un gran ímpetu, fortalecidos por las
gracias recibidas de María en tiempos tan cruciales. Junto al P. Kentenich
decidieron fundar una federación, que incluyera a jóvenes que no pertenecieran
a su comunidad, o sea, la idea era llevar la transformación del corazón en
María y Jesús hacia afuera, a las periferias, para la transformación del mundo.
Se encontraron en Hörde, a las afueras de Dortmund, donde sentarían las bases
de esta comunidad. Pero cuál no fuera su sorpresa y desilusión, al enterarse
que el fundador, el P. Kentenich, no se haría presente en la jornada.
Decidieron avanzar de todas formas, y esbozaron los lineamientos espirituales y
estratégicos de la comunidad. Esta actitud del P. Kentenich refleja la forma de
actuar que siempre lo caracterizó, y con la que quiso sellar el alma de sus
hijos espirituales. Esto es, formar un movimiento de laicos, donde estos se
sientan reales protagonistas de la transformación del mundo, despertando y
desarrollando su liderazgo. A la vez, cuando quería estar seguro de que se
tratara de la voluntad de Dios, se retiraba, como lo hiciera en este caso,
acompañando, pero no desde un liderazgo activo, sino como guía paternal,
motivando a que la voluntad de Dios se manifestara a través de las almas de la
comunidad. Sin duda, un movimiento de laicos era algo revolucionario para la
Iglesia de principios del siglo pasado.
En
pocos años, Schoenstatt se expandía por toda Alemania. El Padre Kentenich daba
constantemente retiros, a veces tres o cuatro al mismo tiempo, a sacerdotes,
educadores, mujeres, hombres, jóvenes. Schoenstatt se había transformado en un
lugar de peregrinación y de transformación espiritual. Un tercio del clero
alemán pasó por el valle participando de sus retiros.
El campo de concentración y pruebas desde la Iglesia
Al
estallar la Segunda Guerra Mundial, el P. Kentenich fue detenido por la
Gestapo. En un documento emanado de Berlín, se lo había sindicado como “enemigo
número uno”. Es que la libertad interior, esencial en su pedagogía y
espiritualidad, eran radicalmente incompatibles con un sistema dictatorial. El
P. Kentenich fue enviado al campo de concentración de Dachau, donde en medio de
los más graves peligros, se dedicó a dar charlas a los prisioneros en las
barracas, a escribir libros sobre espiritualidad para su
fundación y
oraciones de profundo contenido teológico y espiritual, que salían del campo en
forma ilegal, y a ayudar a los prisioneros en sus tremendas dificultades.
Al
salir del campo de concentración en 1945, se encontró, como después de la Primera
Guerra Mundial, con un Schoenstatt más fortalecido en medio de las pruebas más
terribles. Sintió que era hora de llevar la Alianza de Amor al mundo, y comenzó
así a recorrer el sur de África y Latinoamérica, compartiendo su misión de la
forjación de una persona nueva en María y Jesús.
Su
carisma no fue comprendido por algunas personas influyentes en la Iglesia
preconciliar, y fue enviado a Estados Unidos, sin que pudiera defenderse de
acusaciones. Fueron catorce años de dura prueba. Al igual que durante toda
su vida, el P. Kentenich tuvo una fidelidad absoluta a Roma y un profundo amor
a la Iglesia. De esos años de cruz y gran dolor surge su deseo de que en su
lápida se esculpan las palabras Dilexit Ecclesiam –amó a la Iglesia–.
A la casa del Padre
En
1965, Pablo VI lo reintegra plenamente a su Obra, sin que prosperara ninguna
acusación de las que había sido objeto. En los tres años siguientes se dedicó
por entero a sus hijos espirituales y a la Iglesia, siendo visitado por
numerosos obispos y visitando a muchos otros. El domingo 15 de septiembre de
1968 celebró por primera vez misa en la Iglesia de la Adoración, sobre el monte
Schoenstatt. Al finalizar, se retiró a la sacristía y se desplomó. Así moría
“en medio de la lucha” –como él había sugerido que sería su partida–, uno de
los grandes fundadores de la Iglesia, que con visión de profeta supo discernir
los signos de los tiempos; con claridad meridiana mostró al mundo un ideal de
hombre nuevo anclado en Dios e inserto en el mundo, y con donación magnánima
ofreció un perfil de santidad radical y de paternidad transfigurada.
Un
mundo desarraigado de Dios, origen y fin de la existencia humana, es un mundo
desorientado, enfermo, sin rumbo. Encontrarse con una figura paternal que
refleje con tanta fuerza el amor y la cercanía de Dios no es común. El Cardenal
Joseph Höffner, obispo de Munich y más tarde arzobispo de Colonia, afirmó que
sólo cada 200 o 300 años Dios regala a su Iglesia personalidades como la
del Padre Kentenich.
Hoy
Schoenstatt se encuentra arraigado en más de cien países, con más de 200
Santuarios, réplicas del Original, en todo el mundo. Varios millones de
personas se encuentran vinculadas a las gracias de la Virgen de Schoenstatt a
través de grupos de vida, institutos seculares, federaciones y de la visita de
la Virgen Peregrina en sus casas.
José Kentenich, Rebelde de Dios
De
entre centenares de libros escritos sobre el P. Kentenich, mencionamos aquí
Rebelde de Dios, del renombrado autor Christian Feldmann, quien lo prologa con
las siguientes palabras: “No soy schoenstattiano. Cuando escribí libros sobre
figuras de nuestro tiempo que fueran señeras en la espiritualidad: Frère Roger,
Madeleine Delbrêl, Edith Stein o Juan Pablo II, me topé una y otra vez con el
P. Kentenich, pero no me interesó particularmente. … El P. Rudolf Ammann, de la
editorial Patris, trató de entusiasmarme para que escribiera una biografía del
fundador de Schoenstatt. A fin de rechazar la invitación con fundamentos
convincentes, me ocupé por primera vez de José Kentenich… y fui quedando más y
más fascinado.
Descubrí
un sacerdote que con su impetuoso entusiasmo arrolló la desesperanza del
cristianismo contemporáneo. Un sacerdote que sueña con el pasado mañana, con
una Iglesia rejuvenecida, de rostro resplandeciente, con un hombre nuevo y una
sociedad humana justa y pacífica. ¿Cómo logró este sacerdote, de complexión no
muy robusta, superar sin amargura el campo de concentración, el confinamiento
en un lúgubre búnquer, el humillante destierro decretado por las autoridades
romanas y catorce años de exilio, y sin embargo hablar siempre con una sonrisa,
de la fe en la Divina Providencia? ¿De dónde sacaba este hombre sus fuerzas?
Esta es la emocionante historia de amor entre Dios y el hombre José Kentenich”.
Mensaje del Presidente Internacional de Schoenstatt
El
argentino P. Juan Pablo Catoggio, presidente de la Presidencia Internacional de
Schoenstatt, en una carta dirigida a los miembros del Movimiento, expone los
desafíos a los que se enfrenta Schoenstatt a los 50 años de la partida de su
fundador a la casa paterna.
Sobre
la continuidad del carisma del P. Kentenich en sus hijos espirituales, expresa
Catoggio: “Dios nos ha llamado con y en nuestro fundador. Creemos en él, en su
carisma y su misión. Creemos que por la Alianza de Amor con María, Dios nos
hace partícipes de su espíritu de fundador. Si ‘permanecemos en él’, si
permanecemos vinculados en alianza con él, entonces él ‘permanece en nosotros’
y su carisma se hace creadoramente actual y fecundo en y para la Iglesia”.
Y
sobre la misión de Schoenstatt para la Iglesia y el mundo, remata: “El Padre
Kentenich mira con alegría la fuerte corriente misionera que hoy inspira a la
Familia. Tomando la expresión de nuestro Santo Padre, el Papa Francisco,
queremos ser un ‘Schoenstatt en salida’, un Schoenstatt misionero, que con
alegría anhela propagar el mensaje del Evangelio en la forma particular del
mensaje de Schoenstatt en la Iglesia y el mundo de hoy. La alianza se hace
misión, la alianza se hace cultura. En todos los ámbitos de la vida: juventud,
familia, educación, Iglesia, en todas las áreas de la sociedad y la cultura”.
El
texto completo de la carta del P. Juan Pablo Catoggio puede leerse
aquí.
Tanto
junto al Santuario Original en el valle de Schoenstatt en Alemania, como en
centenares de ciudades en el mundo, se celebrará en torno al 15 de septiembre
2018, los 50 años de la partida del P. José Kentenich a la Casa del Padre.
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