Día litúrgico: 22 de Febrero: La Cátedra de
san Pedro, apóstol
Texto del Evangelio (Mt 16,13-19): En aquel tiempo,
llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus
discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?». Ellos
dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o
uno de los profetas». Díceles Él: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Simón
Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo».
Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo
de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre
que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti
te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará
atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los
cielos».
Comentario: Rev. D. Antoni CAROL i Hostench
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España).
Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia
Hoy celebramos la Cátedra de san Pedro. Desde el siglo IV,
con esta celebración se quiere destacar el hecho de que —como un don de
Jesucristo para nosotros— el edificio de su Iglesia se apoya sobre el Príncipe
de los Apóstoles, quien goza de una ayuda divina peculiar para realizar esa
misión. Así lo manifestó el Señor en Cesarea de Filipo: «Yo te digo que tú eres
Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mt 16,18). En efecto, «es
escogido sólo Pedro para ser antepuesto a la vocación de todas las naciones, a
todos los Apóstoles y a todos los padres de la Iglesia» (San León Magno).
Desde su inicio, la Iglesia se ha beneficiado del
ministerio petrino de manera que san Pedro y sus sucesores han presidido la
caridad, han sido fuente de unidad y, muy especialmente, han tenido la misión
de confirmar en la verdad a sus hermanos.
Jesús, una vez resucitado, confirmó esta misión a Simón
Pedro. Él, que profundamente arrepentido ya había llorado su triple negación
ante Jesús, ahora hace una triple manifestación de amor: «Señor, tú lo sabes
todo, tú sabes que te amo» (Jn 21,17). Entonces, el Apóstol vio con consuelo
cómo Jesucristo no se desdijo de él y, por tres veces, lo confirmó en el
ministerio que antes le había sido anunciado: «Apacienta mis ovejas» (Jn
21,16.17).
Esta potestad no es por mérito propio, como tampoco lo fue
la declaración de fe de Simón en Cesarea: «No te ha revelado esto la carne ni
la sangre, sino mi Padre que está en los cielos» (Mt 16,17). Sí, se trata de
una autoridad con potestad suprema recibida para servir. Es por esto que el
Romano Pontífice, cuando firma sus escritos, lo hace con el siguiente título
honorífico: Servus servorum Dei (Siervo de los siervos de Dios).
Se trata, por tanto, de un poder para servir la causa de
la unidad fundamentada sobre la verdad. Hagamos el propósito de rezar por el
Sucesor de Pedro, de prestar atento obsequio a sus palabras y de agradecer a
Dios este gran regalo.
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