Día litúrgico: Domingo VI (B) de Pascua
Texto del Evangelio (Jn 15,9-17): En aquel tiempo,
Jesús habló así a sus discípulos: «Como el Padre me amó, yo también os he amado
a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis
en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en
su amor. Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo
sea colmado.
»Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los
otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus
amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya
siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado
amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No me
habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he
destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo
que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es
que os améis los unos a los otros».
Comentario: Rev. D. Francesc CATARINEU i
Vilageliu (Sabadell, Barcelona, España).
«A vosotros os he llamado amigos»
Hoy celebramos el último domingo antes de las solemnidades
de la Ascensión y Pentecostés, que cierran la Pascua. Si a lo largo de estos
domingos Jesús resucitado se nos ha manifestado como el Buen Pastor y la vid a
quien hay que estar unido como los sarmientos, hoy nos abre de par en par su
Corazón.
Naturalmente, en su Corazón sólo encontramos amor. Aquello
que constituye el misterio más profundo de Dios es que es Amor. Todo lo que ha
hecho desde la creación hasta la redención es por amor. Todo lo que espera de
nosotros como respuesta a su acción es amor. Por esto, sus palabras resuenan
hoy: «Permaneced en mi amor» (Jn 15,9). El amor pide reciprocidad, es como un
diálogo que nos hace corresponder con un amor creciente a su amor primero.
Un fruto del amor es la alegría: «Os he dicho esto, para
que mi gozo esté en vosotros» (Jn 15,11). Si nuestra vida no refleja la alegría
de creer, si nos dejamos ahogar por las contrariedades sin ver que el Señor
también está ahí presente y nos consuela, es porque no hemos conocido
suficientemente a Jesús.
Dios siempre tiene la iniciativa. Nos lo dice expresamente
al afirmar que «yo os he elegido» (Jn 15,16). Nosotros sentimos la tentación de
pensar que hemos escogido, pero no hemos hecho nada más que responder a una
llamada. Nos ha escogido gratuitamente para ser amigos: «No os llamo ya siervos
(...); a vosotros os he llamado amigos» (Jn 15,15).
En los comienzos, Dios habla con Adán como un amigo habla
con su amigo. Cristo, nuevo Adán, nos ha recuperado no solamente la amistad de
antes, sino la intimidad con Dios, ya que Dios es Amor.
Todo se resume en esta palabra: “amar”. Nos lo recuerda
san Agustín: «El Maestro bueno nos recomienda tan frecuentemente la caridad
como el único mandamiento posible. Sin la caridad todas las otras buenas
cualidades no sirven de nada. La caridad, en efecto, conduce al hombre
necesariamente a todas las otras virtudes que lo hacen bueno».
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