Día litúrgico: 24 de Septiembre: La Virgen de la Merced
Texto del Evangelio (Jn 2,1-11): En aquel tiempo, se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, le dice a Jesús su madre: «No tienen vino». Jesús le responde: «¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora». Dice su madre a los sirvientes: «Haced lo que Él os diga». Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de dos o tres medidas cada una. Les dice Jesús: «Llenad las tinajas de agua». Y las llenaron hasta arriba. «Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala». Ellos lo llevaron.
Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde era (los sirvientes, los que habían sacado el agua, sí que lo sabían), llama el maestresala al novio y le dice: «Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora». Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en Él sus discípulos.
Comentario: Cardenal Ricard Mª Carles i Gordó, Arzobispo Emérito de Barcelona (Barcelona, España).
«Se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús»
Hoy celebramos Nuestra Señora de la Merced, solemnidad en Barcelona. En el Evangelio vemos presente a María en las bodas de Caná, dónde «también fue invitado Jesús con sus discípulos» (Jn 2,1-2). Jesús, María y los discípulos, ¡es decir, nosotros!
Nunca pudo una madre escoger a su hijo. Menos todavía un hijo ha podido escoger a su madre. Solamente Cristo pudo hacerlo. Por eso se la hizo con una perfección total, y después nos la ofreció también como madre nuestra: «He ahí a tu madre» (Jn 19,27). Por eso los cristianos la amamos cordialísimamente.
La mejor prueba de que podemos conseguir nuestra meta es María. Toda la ilusión de un Dios que ha hecho buena la creación, que promete un futuro bueno al hombre en todo el Antiguo Testamento, promete un cumplimiento cierto, como signo de su amor, que aparece insuperablemente perfecto en María. En María, la perfección de un ser humano se ha hecho historia.
En el diálogo de amor entre Dios y el hombre se cruza la sombra del pecado. Pero se cruza después de una gran luz: la figura de una mujer maravillosa, merced a la cual el Verbo, hecho hombre, abrazó, de nuevo y definitivamente, a la creación, para devolverla al Padre.
Pero Nuestra Señora de la Merced, por ser la patrona de Barcelona, lo es de la capital de Cataluña y, desde aquí, desde la casa de la Madre de los barceloneses, debemos ampliar la mirada y pensar y amar nuestra tierra desde una mirada de fe. Porque es un año más en la historia de nuestra ciudad y de nuestro país. Historia porque, a diferencia de los demás seres vivos, el hombre tiene historia, es decir, no repite interminablemente un determinado modo de obrar a lo largo de la existencia de su propia especie.
Lo que ennoblece al hombre es más su sentido moral que no los instrumentos materiales y la inteligencia. Se puede poseer mucha técnica e inteligencia y no lograr la felicidad, ni ser útil para los demás. Por ello, nos acogemos a la protección de Santa María, Consuelo de los afligidos.
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