Mons. Reinaldo Nann

viernes, 25 de agosto de 2017

Evangelio del Viernes (25-08-2017)


Resultado de imagen para el amor al prójimo según la biblia 












Día litúrgico: Viernes XX del tiempo ordinario

Lectura del santo evangelio según san Mateo 22,34-40
















En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús habla hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?»
Él le dijo: «"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser." Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»

Reflexión del Evangelio de hoy

Donde tú vayas, yo iré…y tu Dios será mi Dios




El relato del Libro de Rut está ambientado en tiempo de los jueces. Un tiempo en que no había rey en Israel y cada uno hacía lo que le parecía bien, la gente vivía sin rumbo.
La primera parte del texto nos indica que hubo una carestía de pan en el país y una familia emigra a otra tierra. Curiosamente esta familia deja la tierra de Belén, lugar elegido por Dios para otorgar la salvación, y emigra a Moab, tierra pagana.
Dice un Midrash que antes de la carestía de pan hubo una carestía de la Palabra de Dios. Elimelek, hombre rico y cabeza de esta familia emigrante, tenía la misión de ayudar a su pueblo no solamente en proveerlos de bienes materiales, sino también de ayudarles a rechazar a los falsos ídolos y encontrar de nuevo el camino de Dios. Pero el egoísmo de Elimelek le impide llevar a cabo su misión y cegado por este egoísmo deja la tierra prometida para vivir en una tierra pagana, donde tanto a él como a sus hijos les esperaba la muerte.
También a nosotros nos puede ocurrir lo mismo. Si no cuidamos nuestra fe y nos dejamos arrastrar por el mundo, sin darnos cuenta podemos apartarnos de la voluntad de Dios y empezar a vivir paganamente. En nuestra libertad  podemos pasar de la vida a la muerte, de estar viviendo según Dios a vivir según los sofismas de este mundo que nos llevan a la infelicidad.
En la segunda parte del texto Noemí, la única superviviente de la familia, tras haber experimentado la desgracia, pues ha pasado de ser rica y noble a ser una prófuga, viuda, extranjera y pobre, decide volver a la tierra del Señor y salir de la tierra pagana. Pero no lo hará sola, la acompañarán sus dos nueras moabitas. En la libertad de los hijos de Dios una volverá de nuevo a sus dioses y la otra, Rut, acompañará a Noemí tras una preciosa confesión de fe: “Tu pueblo será mi pueblo… y tu Dios será mi Dios”.
Noemí después de esta confesión de fe comprendió que todo lo que Dios había permitido en su vida, todo el sufrimiento que había experimentado: la carestía, la fuga, la pobreza, la muerte de su marido e hijos…, era una preparación para este momento. Comprende que ella fue un instrumento para introducir a Rut en su pueblo, que luego llegará a estar en la descendencia del Mesías.
Hay momentos en que llega la luz de Dios y todo adquiere sentido. De pronto comprendemos que todo es gracia y misericordia. Como decía San Agustín: “Dios no permitiría ningún mal si no supiera que de él sacaría un bien”.

Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y al prójimo como a ti mismo

Amar a Dios no es simplemente algo muy  importante sino lo único importante en nuestra vida. Fuimos creados para amar y sin amor la vida del ser humano queda vacía.
El evangelista hoy nos habla de la principal regla del cristiano, la única que nos dará la felicidad: amar a Dios y amar al prójimo. Ambas actitudes son inseparables. Nos dice San Juan que no podemos amar a Dios a quien no vemos si no amamos a nuestro hermano a quien vemos. El amor a Dios se refleja en cómo amamos a nuestro prójimo.
San Juan de la Cruz nos dice que al final de la vida nos examinarán del amor. ¿Cómo deberíamos amar a nuestro prójimo? La respuesta la tenemos en Jesús. Él nos amó en nuestra debilidad, cuando éramos malvados y pecadores,  hasta el extremo, hasta el final. Pues así deberíamos amar a nuestros hermanos.
Mi amiga murió de cáncer a la edad de 24 años y poco tiempo antes de morir dejó una carta escrita en la que decía: “Sólo me arrepiento de una cosa y es de no haber amado más”
Que tu vida sea un derroche de amor para con todos sin excepción, aún estás a tiempo.
Ojalá que al final de nuestra vida no nos arrepintamos de no haber amado más.MM. Dominicas
Monasterio de Sta. Ana (Murcia)

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