Hoy Jesucristo nos desenmascara al "adversario"
de Dios. La bestia, el poder adverso, no lleva un nombre, sino un número:
"666 es su número", dice el vidente en el "Apocalipsis". En
esta ocasión se presenta a sí mismo como "legión". Es un número y
convierte a la persona en un número.
¿Una señal? Si bien el demonio es
"indemostrable", quienes han vivido el mundo de los campos de
concentración saben a qué equivale eso: su horror se basa precisamente en que
borra el rostro, en que cancela la historia, en que hace de los hombres
números, piezas recambiables de una gran maquinaria. Uno es una función y nada
más. Y, si sólo existen funciones, entonces el hombre no es tampoco nada más.
Lo que no es función no es nada. La bestia es número y convierte en número.
—Señor, porque tienes un nombre y me das un nombre y me
llamas por mi nombre, yo no soy para ti una función en una maquinaria cósmica.
¡Soy tu hijo!
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos de BenedictoXVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
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