Hoy se ha de reconocer que el desarrollo económico está
siendo aquejado por desviaciones y problemas dramáticos. La crisis actual nos
pone improrrogablemente ante decisiones que afectan cada vez más al destino
mismo del hombre, el cual, por lo demás, no puede prescindir de su naturaleza.
El ser humano está hecho para el don. Tanto en el orden de
las ideas como de los comportamientos, no sólo no se pueden olvidar los
principios tradicionales de la ética social (transparencia, honestidad,
responsabilidad…), sino que el "principio de gratuidad" y la
"lógica del don", como expresiones de fraternidad, pueden y deben
tener espacio en la actividad económica ordinaria. Esto es una exigencia del
hombre en el momento actual, pero también de la razón económica misma.
—En la época de la globalización, la actividad económica
no puede prescindir de la gratuidad, que fomenta y extiende la solidaridad y la
responsabilidad por la justicia y el bien común. Se trata, en definitiva, de
una forma concreta y profunda de "democracia económica".
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