Hoy, la mención del "nuevo nacimiento" describe
la nueva condición del hombre después del Bautismo: su humanidad es
transformada en un ser según el Espíritu de Dios. Cristo —siendo
"levantado" en la Cruz— se nos entrega ("don") y,
precisamente porque este don nos renueva desde dentro, se convierte también en
una nueva existencia.
La inserción de nuestro yo en el suyo —"Vivo yo, pero
no soy yo, es Cristo quien vive en mí" (Gal 2,20)— es lo que
verdaderamente cuenta. El "mandamiento nuevo" está unido a la novedad
de Jesucristo, al sumergirnos progresivamente en Él. "La nueva ley es la
misma gracia del Espíritu Santo" (Santo Tomás de Aquino), no una norma
nueva, sino la nueva interioridad dada por el mismo Espíritu de Dios. San Agustín sintetiza la verdadera novedad en el cristianismo mediante la fórmula:
"Dame lo que mandas y manda lo que quieras".
—Ser cristiano es ante todo un don, que luego se
desarrolla en la dinámica del vivir y poner en práctica este don
("tarea").
Fuente: master·evangeli.net
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