Mons. Reinaldo Nann

domingo, 13 de enero de 2013

El Bautismo: una participación en la transformación del mundo emprendida por Jesús



Hoy, mediante su Bautismo, Jesús anticipa su propia muerte en la cruz ("desapareciendo" bajo las aguas del Jordán), al mismo tiempo que también anticipa su resurrección ("emergiendo" de las mismas aguas). Es una simbología que remite a la realidad: Jesucristo realmente ingresará en —se hará cargo de— nuestros pecados descendiendo hasta el "infierno", hasta la "casa del mal". Lo hace no sólo como espectador —como ocurre en Dante—, sino, sobre todo, "padeciendo-con-nosotros". Y, con un sufrimiento transformador, convierte los infiernos, abre y derriba las puertas del abismo.

El "bautismo con agua" que administraba Juan recibe su pleno significado a partir del bautismo de vida y de muerte de Jesucristo. Aceptar la invitación al Bautismo significa ahora trasladarse al lugar del Bautismo de Jesús y, así, recibir, en su identificación con nosotros, nuestra identificación con Él.

—El sacramento del Bautismo aparece, por tanto, como una participación en la lucha transformadora del mundo emprendida por Jesús en el cambio de vida que se ha producido en su descenso y ascenso.

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