Ciudad del Vaticano, 12 noviembre 2012 (VIS).- El Santo
Padre ha visitado esta mañana en Roma la Casa Familia “Vivan los ancianos”, de
la Comunidad de San Egidio, y en el breve discurso que ha dirigido a los
residentes ha dicho que iba a ese centro “como obispo de Roma, pero también
como un anciano que visita a sus coetáneos. Conozco muy bien -ha añadido- las
dificultades, los problemas y los límites de esta edad y se que estas
dificultades, para muchos, se agravan con la crisis económica”.
“A veces -ha proseguido- a una determinada edad, sucede
que se piensa en el pasado, añorando la juventud, la energía y los proyectos
para el futuro. Y así, la mirada, se empaña de tristeza, considerando esta fase
de la vida como el tiempo del crepúsculo. Esta mañana, dirigiéndome idealmente
a todos los ancianos, si bien consciente de las dificultades que nuestra edad
comporta, quisiera deciros con una convicción profunda: ¡Es bello ser ancianos!
En cada edad hay que descubrir la presencia y la bendición del Señor y las
riquezas que contiene. ¡Nunca hay que dejarse aprisionar por la tristeza!.
Hemos recibido el don de una larga vida. Vivir es hermoso, también a nuestra
edad, a pesar de algún que otro achaque y limitación. ¡Que en vuestro rostro se
lea siempre la alegría de sentirse amados por Dios, jamás la tristeza!”.
El Santo Padre ha recalcado que en la Biblia “la
longevidad se considera una bendición de Dios; hoy esta bendición se ha
difundido y tiene que verse como un don que hay que apreciar y valorar. Sin
embargo, a menudo, la sociedad, dominada por la lógica de la eficiencia y del
beneficio, no lo considera como tal; al contrario, lo rechaza, considerando a
los ancianos como improductivos, inútiles”. Pero, observó el pontífice la
sabiduría de vida de la que son portadores los ancianos “es una gran riqueza”.
La calidad de una sociedad, me atrevería a decir, de una civilización, se juzga
también por como trata a los ancianos y por el lugar que ocupan en el vivir
común. ¡Quien da espacio a los ancianos da espacio a la vida!”.
La visita de Benedicto XVI se inserta en el Año europeo
del envejecimiento activo y de la solidaridad entre las generaciones y en este
contexto ha reafirmado que los ancianos “son un valor para la sociedad, sobre
todo para los jóvenes. No puede haber un crecimiento humano verdadero, ni una
verdadera educación sin un contacto fecundo con los ancianos, porque su
existencia misma es como un libro abierto en el que las jóvenes generaciones
pueden encontrar indicaciones preciosas para su camino de vida”.
“A nuestra edad -ha observado- a menudo experimentamos la
necesidad de la ayuda de los demás; también la experimenta el Papa (...)
Quisiera invitaros a considerarlo como un don del Señor, porque es una gracia
ser sostenidos y acompañados, sentir el afecto de los demás: nadie puede vivir
solo y sin ayuda; el ser humano es relacional. (...) No os descorazonéis nunca;
sois una riqueza para la sociedad, también cuando sufrís y estáis enfermos. Y
esta fase de la vida es un don para profundizar la relación con Dios. El
ejemplo del beato Juan Pablo II ha sido y es iluminador para todos. No olvidéis
que entre los recursos inapreciables que tenéis a esta edad, está uno esencial:
la oración”.
“La oración de los ancianos -ha finalizado- puede proteger
al mundo ayudándolo quizás, de forma más incisiva que el afanarse de tantos.
Hoy quiero confiar a vuestra oración el bien de la Iglesia y la paz del mundo.
El Papa os ama y cuenta con todos vosotros. Sentíos amados por Dios y sabed
llevad a nuestra sociedad, a menudo tan individualista y partidaria de la
eficiencia, un rayo del amor de Dios”.
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